Las deudas de su pasado imperialista vuelven a perseguir a Japón, que ya se enfrenta con buena parte de sus vecinos asiáticos por las atrocidades cometidas durante la II Guerra Mundial.
Esta vez choca con el Congreso de Estados Unidos, cuya Cámara Baja debate una resolución para instar a Tokio a «admitir, disculparse y aceptar la responsabilidad histórica» por las esclavas sexuales que fueron forzadas a prostituirse en burdeles militares durante el periodo bélico.
El ministro de Exteriores japonés, Taro Aso, mostró ayer su indignación por la iniciativa, que calificó de «extremadamente lamentable». «No se basa en hechos objetivos», señaló en una reunión con parlamentarios de su país. Por su parte, el embajador japonés en Estados Unidos, Ryozo Kato, alertó de que la resolución podría enturbiar las relaciones entre ambos países, aliados estratégicos en la región.
La semana pasada, tres mujeres ofrecieron su testimonio a la comisión internacional de la Cámara de Representantes estadounidense, en el que describieron cómo fueron violadas y torturadas por los soldados japoneses antes y durante la II Guerra Mundial.
La propuesta de resolución ha sido promovida por varios miembros de la mayoría demócrata y liderada por Mike Honda, que pasó su infancia en un campo de concentración de los japoneses.
Según los historiadores, al menos 200.000 mujeres fueron capturadas y forzadas a mantener relaciones sexuales con soldados en los prostíbulos del Ejército japonés en los años 30 y 40. Las esclavas sexuales, algunas de ellas menores de edad, procedían de países y regiones ocupadas por Japón durante la época, como las dos Coreas, Filipinas, Tailandia, Vietnam, Malasia y China.
Tan sólo cuando en 1993 salieron a la luz pruebas irrefutables de los hechos, Japón reconoció que su Armada imperial había instalado y operado burdeles para sus tropas. Dos años después, el Gobierno puso en marcha el Fondo para las Mujeres Asiáticas, nutrido de donaciones privadas, y cuyo cierre se ha anunciado para marzo. En este tiempo, 300 de las antiguas esclavas sexuales han aceptado sus compensaciones y las disculpas personales del primer ministro japonés. El resto de las mujeres rechaza los subsidios y pide una compensación formal que venga directamente del Gobierno.
La polémica por las mujeres del consuelo, un eufemismo utilizado para referirse a las esclavas sexuales, coincide con la visita del vicepresidente estadounidense, Dick Cheney, al país oriental, para discutir el apoyo del Gobierno de Tokio en cuestiones relacionadas con Irak, Irán y Corea del Norte.
Las acciones de Japón durante la II Guerra Mundial son el centro de enfrentamientos continuos con sus vecinos asiáticos, que durante años han criticado las visitas de destacados miembros del Gobierno japonés al Mausoleo de Yasukuni, donde, junto a otros muertos en conflictos bélicos, se honra a criminales de guerra condenados. Además, Tokio se ha mostrado reacio a admitir las acusaciones de Corea del Sur y China sobre las brutalidades y asesinatos llevados a cabo por sus soldados durante el periodo de ocupación.
Ambos países han protestado en más de una ocasión porque los libros de Historia en las escuelas japonesas pasan de puntillas por estos hechos.
La llegada a la Jefatura de Estado japonesa de Shinzo Abe parece haber relajado estas tensiones y tanto Seúl como Pekín han mostrado su predisposición a mejorar las relaciones.