Jueves, 22 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6276.
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 OPINION
Impresiones
De la sospechosa carta de Kounjaa a las misteriosas visitas de Morata

El enigma de la carta testamento de Abdenabi Kounjaa, muerto en el piso de Leganés, sigue sin esclarecerse pese al testimonio de ayer de su compañero Saed el Harrak en el juicio del 11-M. El Harrak, acusado de integración en organización terrorista, declaró que ignora cómo pudo aparecer en una bolsa suya en junio de 2004 esa carta en la que Kounjaa se despedía de su familia. La carta fue hallada en las instalaciones policiales de Canillas, pero lo raro es que no fue detectada antes por el empresario que entregó la bolsa ni por la Policía Científica de Leganés, que efectuó un listado del contenido de esa bolsa y otras pertenencias de Saed el Harrak. ¿Cómo es posible que a los expertos de Leganés se les escapara un documento de tal relevancia? El Harrak sostuvo ayer que no tiene explicación sobre esa carta que, según sus palabras, alguien pudo introducir fácilmente en su bolsa. «Si hubiera visto esa carta, no me habría quedado con ella. La habría quemado porque suponía un peligro para mí», declaró ayer. Su argumentación es de puro sentido común: nadie guardaría -y menos siendo sospechoso- una prueba que le vinculara al 11-M. Pero además hay otro factor que induce a dudar sobre su autenticidad: que la misiva está escrita en árabe y firmada en castellano, algo realmente insólito. Otro enigma del 11-M es quienes fueron los misteriosos visitantes de la casa de Morata, donde se prepararon los explosivos. Hamid Ahmidan, primo de El Chino, declaró ayer que tuvo que abandonar la finca el día 29 de febrero, pero que vio antes a su primo manipular un «cilindro con cables» junto a otras personas. El Chino le pidió que no volviera a Morata durante unas semanas, lo que coincide con los testimonios de El Fadoual y Otman Gnaoui, a los que no dejo entrar por esas mismas fechas con la excusa de la llegada de unos familiares.

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