Compañía Blanca Arrieta
Compañía Blanca Arrieta./ Obra: Zero./ Música original y vídeo: Borja Ramos./ Iluminación: Oscar Grijalva./ Escenario: Cuarta Pared.
Calificación: **
MADRID.- Blanca Arrieta es un ejemplo de fidelidad y de coherencia de trabajo. Siempre sus piezas tienen como principio y como fin la experimentación de las posibilidades escénicas -plásticas, expresivas, emocionales- del cuerpo del bailarín sometido a la física: la tensión y el relax, el peso y el esfuerzo; un proceso siempre en primer plano, sujeto a la observación, totalmente expuesto.
Vestidos de blanco, sobre escena blanca, primero el robusto Robert Jacson se cierra a sí mismo con brazos anudados, provoca picos de tensión, torsiones y largos tiempos de quietud pensante. Blanca Arrieta, ligera y nervuda, saca el movimiento a su espacio próximo, es más rítmica, más bailarina. Manejándose uno al otro consiguen sorprendentes y rápidos cambios de estructura, después de una variación idéntica, hecha en planos diferentes, que se justifica poco pero luce por cartesiana.
Llegar al sentimiento desde el movimiento y lo contrario, fueron las premisas del expresionismo alemán y americano respectivamente. El uso de la fisicidad pura y dura está en la base de lo contemporáneo. Puede hablarse de minimalismo, de conceptualismo, de cambio de valores en cuanto al interés del proceso físico. Lo que sí es incontestable es que su razón de ser obra escénica está en la posibilidad de trasmitir; estados anímicos, sensaciones e ideas, a él mismo y a quien lo observa.
Los precedentes se remontan a FrancÇois Delsarte, quien hace casi dos siglos estableció las conexiones entre posturas y caracteres, y su poder reversible. Llegar al sentimiento desde el movimiento, y lo contrario, fueron después las premisas del expresionismo alemán y americano respectivamente.
Ese nexo anímico es el que no siempre consigue Zero, con lo que el trabajo se consolida más en los terrenos visuales. La luz es una parte importante que ayuda al aislamiento del cuerpo como objeto, le ofrece como único centro de observación con toda su fuerza plástica, resultante de una ejecución diáfana y concentrada. El espacio de serenidad y de aislamiento se completa con sonidos concretos que actúan de colchón de la acción, y conducen la concentración y los juegos de energía del bailarín.
Una vez que tratamos sin conseguirlo, de que Zero nos inspire ideas más lejos de las de ensimismamiento, soledad, empecinamiento y mucha paranoia -estados que por otro lado, no son desde luego ajenos a esta vida- la escena ejerce la fuerza de un cuadro, y como tal, deberíamos tener la oportunidad de mirarlo el tiempo que queramos el público y no los intérpretes. Algunos se levantaron con ruido, y muchos aplaudieron.