«Sadam Husein no tiene intención de desarmarse». El miércoles hizo cuatro años desde que George W. Bush, reunido en su mansión de Crawford (Texas) con el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, hizo esas declaraciones. EEUU preparaba entonces un proyecto de Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU autorizando explícitamente acciones militares contra Irak. Un día después, un funcionario estadounidense filtraba a The New York Times que, en realidad, más que las armas de destrucción masiva, el problema en Irak era Sadam Husein. Y el primer ministro británico, Tony Blair, expresaba su simpatía por los países del Este de Europa que se negaban a ceder a las presiones de Francia y Alemania para rechazar una guerra contra Irak.
Eran otros tiempos. Ayer, tras la difusión del documento de El Baradei -que indica, más o menos, que Irán sí tiene la intención, o al menos, la posibilidad, de armarse-, George W. Bush no habló. En su lugar, lo hizo la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que hace cuatro años era directora de Seguridad Nacional en EEUU y hablaba de «nubes en forma de hongo» para referirse a lo que podía pasar si se dejaba a Sadam Husein a su aire.
El mensaje de Rice no podía ser más diferente esta vez. De visita oficial en Berlín, la máxima responsable de la diplomacia de EEUU dejó claro que seguirá actuando para que Irán no se haga con armas atómicas, pero también descartó de plano el uso de la violencia. «Reconfirmamos que usaremos todos los canales disponibles y el Consejo de Seguridad para conseguir ese objetivo», afirmó Rice tras un desayuno de trabajo con los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea y Rusia.
En la práctica, eso supone una nueva ronda de agotadores negociaciones en el Consejo de Seguridad de la ONU, para convencer a sus miembros -en particular a China y Rusia- de la necesidad de imponer nuevas sanciones a Irán. EEUU tiene previsto lanzar esa iniciativa lo antes posible, es decir, la semana que viene, según declaró ayer el portavoz del Departamento de Estado, Tom Casey.
Aparentemente, Washington está satisfecho con la eficacia de esas sanciones. Según publicaba el diario The Wall Street Journal, el efecto combinado de las sanciones de la ONU y de las presiones de EEUU a los bancos y empresas que invierten en Irán ha llevado a la economía de ese país al borde del colapso. Irán, que es el cuarto país del mundo con más reservas de petróleo, podría empezar a racionar la gasolina el mes que viene, según ese diario.
Así que no habrá guerra. O, al menos, eso dicen Washington y Londres. El primer ministro británico, Tony Blair, fue ayer aún más claro. «Usted no puede predecir todas las circunstancias que van a darse, pero aquí, sentado como estoy hablando con usted, le puedo decir que Irán no es Irak», dijo Blair en una entrevista a la cadena radiofónica pública BBC.
El jefe del Gobierno británico fue más lejos, al apostar por que en la Administración Bush «nadie», que él sepa, se plantea ningún tipo de acción militar.
Así que los países que hace cuatro años pedían «claridad de visión» -un término que Bush usó en Crawford- a la ONU para actuar contra el inexistente programa de armas de destrucción masiva de Irak se conforman ahora con largas negociaciones para que el mismo organismo decrete simplemente más sanciones económicas contra el programa de enriquecimiento de uranio de Irán.
Lo más lejos que llega ahora la retórica es a calificar de «desafortunado», como hizo ayer Casey, que «Irán no ha cambiado su comportamiento, no ha cambiado sus puntos de vista y se mantiene en el sendero del desafío».
Rice también insistió en que Estados Unidos no se plantea un cambio de régimen en Irán: «Lo mejor que puede hacer Irán es suspender sus actividades de enriquecimiento y reprocesamiento de uranio, de modo que podamos volver a las negociaciones. Ése es todo el propósito de poner toda esta presión sobre el régimen iraní».
Ni el enriquecimiento ni el reprocesamiento de uranio violan el Tratado de No Proliferación Nuclear, por lo que EEUU y Reino Unido van a tener que trabajar duro para convencer al resto del Consejo de Seguridad. Además, Rusia y China son grandes socios comerciales de Teherán.
De modo que, por ahora, continúan las negociaciones. La opción militar ni se contempla. Al menos, en el corto plazo. Otra cosa será lo que pueda venir dentro de unos meses. Porque, como el propio Tony Blair matizó, «personalmente pienso que nunca puedes tener una situación en la que simplemente digas que bajo ninguna circunstancia no podrías considerar nada». En pocas palabras: por ahora, sanciones. Luego, ya veremos.