Una sorprendente conjura digna de una película de intriga ambientada en los años de la Guerra Fría podría estar detrás del derrumbamiento del Gobierno Prodi. Porque, según barajaban ayer numerosos políticos y medios de comunicación italianos, el Ejecutivo de Il Professore habría podido caer víctima de un astuto complot orquestado por el Vaticano y Estados Unidos.
«Ésta es una operación que lleva el sello inconfundible de la vieja Democracia Cristiana y en la cual se entrelazan las pretensiones del Vaticano y de una potencia extranjera», denuncia Nicola Latorre, vicepresidente en el Senado de El Olivo, la principal coalición de partidos de centroizquierda. «No se puede declarar contemporáneamente la guerra a los americanos, a la Iglesia y a buena parte de las grandes empresas sin pagar por ello un precio», afirma Fabrizo Cicchitto, vicecoordinador de Forza Italia y uno de los más fieles lugartenientes de Berlusconi.
«Hay poderes que se sienten agredidos y que han salido a escena a luchar contra el Gobierno», opina Giovanni Russo Spena, portavoz de Refundación Comunista. Y, por si fuera poco, periódicos como Il Corriere della Sera, La Stampa y L'Unità también se hacían ayer eco a través de sus páginas de la posibilidad de que haya habido una conjura para hacer caer al Ejecutivo de Prodi.
Fueron los votos de tres senadores vitalicios (Giulio Andreotti, Francesco Cossiga y Sergio Pininfarina) los que el miércoles sentenciaron a muerte al Ejecutivo de Romano Prodi. Y, según la teoría de la conspiración, detrás de esos tres votos se encontraría la mano de la Iglesia y de Estados Unidos.
En el caso de Giulio Andreotti, que hasta el último momento había asegurado que votaría a favor del Ejecutivo y que finalmente se abstuvo (lo que en la práctica equivalía a votar en contra), muchos analistas ven la providencia del Vaticano y su feroz oposición a la tímida y descafeinada ley de parejas de hecho propuesta por el Gobierno de Prodi.
En el caso de Cossiga, que votó en contra de la línea del Ejecutivo en política exterior, a pesar de que en la sesión de investidura dio su apoyo a Prodi, muchos creen ver la intervención de Estados Unidos. Al fin y al cabo, el ex presidente italiano se presentó a la votación luciendo en la pechera de la chaqueta el distintivo de la 173ª Brigada del Ejército estadounidense, asentado en la polémica base americana en Vicenza.
El 'patrón' americano
«Italia siempre ha necesitado un patrón. Y si puedo elegir, sin ninguna duda prefiero que el patrón sea Washington en lugar de París o Berlín», proclamaba. Porque, dentro de la coalición que lidera Prodi, son muchos los que mantienen posiciones antiamericanas y abogan por la retirada de las tropas italianas de Afganistán, por que no se permita a EEUU ampliar su base militar en Vicenza y, sobre todo, por que Italia mire más hacia Europa y menos hacia el otro lado del Atlántico.
Pero Cossiga y Andreotti no serían los únicos que le habrían hecho la zancadilla al Gobierno de Il Professore en nombre de Joseph Ratzinger y de Estados Unidos. Sergio Pininfarina, que desde hace nueve meses no ponía los pies en el Senado y que el miércoles, sin embargo, no faltó a la cita y contribuyó con su abstención a hacer caer al Gobierno, también habría actuado en nombre de esos dos poderes.
En realidad, la teoría de la conspiración no es nueva. La jerarquía eclesiástica y EEUU han unido en varias ocasiones sus fuerzas para orquestar complots e intervenir sobre la política italiana. Ya el pasado día 8 de este mismo mes, el periódico Liberazione, editado por Refundación Comunista (uno de los partidos más a la izquierda del Gobierno) denunciaba la existencia de una conspiración dirigida por la Santa Sede y Washington para hacer saltar por los aires al Ejecutivo de Romano Prodi.
«El plan es claro y pasa por un pacto de hierro entre dos grandes poderes: el Vaticano y el Gobierno de EEUU. Su Eminencia el cardenal Camillo Ruini [presidente de la Conferencia Episcopal Italiana] y Condoleezza Rice harán de todo, durante los próximos dos meses, para hacer caer el Gobierno Prodi. Al cual, de alguna manera, ya han declarado la guerra», sentenciaba Liberazione, 13 días antes de que Prodi presentara su dimisión como primer ministro.