José Cardona nació en Denia el 17 de noviembre de 1918, en el seno de una familia de tradición protestante evangélica bautista. Educado por su madre en la idea de que debía dedicarse al ministerio pastoral, pasó sus años de adolescencia vendiendo Biblias e ingresó en el Seminario Bautista de Benidorm, donde le sorprendió la Guerra Civil.

Se incorporó a un batallón de Infantería de Marina del Ejército Republicano como miliciano de cultura y, posteriormente, fue trasladado al frente del Ebro. En un sangriento avance del Ejército de Franco sobre el pueblo de Vallfogona, cayó herido y fue dado por muerto. Hecho prisionero por las tropas de Franco y trasladado a León, permaneció, junto a 8.000 prisioneros más, en un campo improvisado en el cuartel de San Marcos. Posteriormente, fue forzado a trabajar en la reconstrucción del cuartel de Simancas, cerca de Gijón, hasta ser liberado en abril de 1940.

Cursó estudios de derecho, que compaginó con su trabajo como músico, peluquero y predicador, presentándose a oposiciones para secretario de la Administración de Justicia. A partir de aquel momento, su vida discurrió entre la Ley y el Evangelio, combinando ambas profesiones: la de funcionario de justicia y la de pastor.

Casado con Amparo Albiñana, la defensa del protestantismo fue ganando terreno en su dedicación y en su vida. Muchas iglesias protestantes, acosadas por la represión del nacional-catolicismo, acudían a él en busca de ayuda para resolver constantes problemas de intolerancia religiosa.

En 1958, aceptó el cargo de secretario ejecutivo de la recién creada Comisión de Defensa Evangélica española y, como tal, comenzó una lucha titánica y desigual con los distintos Gobiernos de Franco. Utilizaba para ello los recursos legales en el interior y los de la presión política en el exterior. Hasta que, en 1963, el entonces ministro de Exteriores, Fernando María Castiella, se comprometió a intervenir en materia de libertad religiosa con la promulgación de la Ley 44/67, reguladora del Derecho Civil a la Libertad Religiosa de las Asociaciones Confesionales No Católicas.

El protestantismo español salió de las catacumbas. Y, como recuerda su amigo Juan Antonio Monroy, «gracias a que Cardona se impuso como meta cambiar la imagen que el Estado tenía de los evangélicos. Convencer a las autoridades de que no eran enemigos a los que había que perseguir, sino ciudadanos a los que había que proteger y a los que había que concederles sus derechos».

Y lo consiguió. Entre otras cosas, porque su relación con el ministro Castiella cambió la visión que el régimen tenía de los protestantes. Y por eso, el propio Cardona pudo escribir: «A pesar de ser nosotros quienes somos, sin sabiduría, sin prudencia, débiles, con muchos conflictos y muchos problemas, Dios está en medio de nosotros».

Los que lo conocieron lo describen como una persona que se hacía querer. «Era un hombre con carisma, inteligente, dialogante y con una especial capacidad para convencer. El protestantismo español se queda sin una de sus figuras de referencia», explica Pedro Tarquis, director de Protestante Digital.

«José Cardona ha sido una institución y un emblema en el protestantismo español. Su tenacidad y su capacidad negociadora lograron el milagro de que una minoría religiosa, asustada y disgregada, fuera capaz de unirse entre sí, plantar cara a la dictadura y subsistir en medio de la represión hasta conseguir su reconocimiento y el respeto a sus derechos y libertades», dice Jorge Fernández.

José Cardona Gregori, figura relevante del protestantismo español, nació el 17 de noviembre de 1918 en Denia (Alicante) y falleció recientemente en Madrid, a los 89 años de edad.