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FUTBOL / Internacional
El capricho de Benítez
EN OCHO MESES, ARBELOA HA PASADO DE NO CONTAR PARA CAPELLO A SER TITULAR EN EL LIVERPOOL «ESPERÉ MUCHO PARA TRIUNFAR EN MADRID, PERO AHORA HE COGIDO CARRERILLA»
EDUARDO J. CASTELAO

Era viernes por la tarde, 26 de enero por más señas. En La Coruña el sol se escondía y Alvaro Arbeloa (Salamanca, 1983) esperaba a su novia, Carlota, que había bajado a hacer unas compras. Sonó el teléfono. Era Manuel García Quilón, su representante: «Oye, ¿qué te parece ir a Liverpool?», le dijo. «Eh, ¿cómo? ¿qué? no sé...», fue la respuesta. «Es que me quedé en blanco, no sabía qué contestar», explica ahora, horas después de debutar en el Camp Nou como titular en su nuevo equipo, el Liverpool de Rafa Benítez.

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Aquel día, sólo se lo pudo decir a su chica y a sus hermanos mayores, custodios siempre de su carrera. A sus padres no les dijo nada porque «no quería que se hicieran ilusiones y luego no se concretara el fichaje». Tuvo que jugar ese domingo contra el Zaragoza, algo que le costó bastante, y el martes estaba cogiendo el avión después de que Lendoiro diese su brazo a torcer a las cuatro de aquella madrugada a cambio de cuatro millones de euros.Se completaba así uno de los cambios más increíbles que haya vivido un futbolista en los últimos tiempos.

A finales de julio, Arbeloa se consumía en las habitaciones del hotel Schloss Pichlarn, en Irdning, lugar de concentración del Real Madrid en pretemporada. Sabía de sobra que Fabio Capello no contaba con él para nada y la oferta del Deportivo era la oportunidad que había estado esperando. Huyó entonces del equipo que le dio la opción de ser profesional. «Esperé mucho por triunfar en Madrid. Tardé mucho en irme, pero ahora parece que he cogido carrerilla», reflexiona.

Y tanto, porque ocho meses después es titular en el Liverpool, uno de los clubes más grandes del mundo, con un pie y varios dedos del otro en los cuartos de final de la Liga de Campeones.Todo gracias a que Caparrós, en el Deportivo, le confió siempre la titularidad, haciéndolo jugar en el lateral derecho -su lugar natural desde que empezó en los Jesuitas de Zaragoza-, y como central. Y Benítez se encaprichó «El único puesto que me faltaba era el lateral izquierdo», dice. Ya ni eso.

Rafa Benítez, el pasado domingo, lo cogió aparte. Le dijo que estaba pensando en él para jugar en ese puesto, al objeto de frenar a Messi. Casi nada. Y en la mañana del miércoles se lo confirmó. Iba a jugar como titular apenas 28 días después de llegar y con sólo 18 minutos en su equipo. Los había jugado contra el Newcastle, partido a las 15.00 horas. «Lo del horario es complicado.Tendré que adaptarme, pero se me hace raro. Y no sólo a mí. Mi padre, que me estaba viendo por la tele, se quedó dormido. Fue mi madre quien tuvo que despertarle para que me pudiera ver debutar», cuenta desde su nueva casa, en Sefton Park, muy cerca de muchos de sus nuevos compañeros.

En cuestión de días, este salmantino de nacimiento, hijo de Mari Sol y de Agustín, gerente de una empresa de productos farmacéuticos, ya conduce con naturalidad por la izquierda. Bueno, con naturalidad no: «Me han dejado un coche automático, y aún así, cuando voy a meter la marcha atrás, le doy un golpe a la puerta».

Habla, obvio, maravillas de su nuevo club, que también le ha proporcionado un nuevo teléfono móvil y todas cuantas comodidades se puedan imaginar. Lejos queda ya su debut en Primera División (octubre de 2004, de la mano de García Remón) y no le gusta ver al Madrid tal y como está, aunque advierte, hablando de un amigo suyo, Mejía: «El día que salga del Madrid y juegue 30 partidos seguidos alguien se va a dar cabezazos contra la pared». Puede que, vista la progresión de Arbeloa, alguno ya lo esté haciendo en los despachos del Bernabéu. Él ni se lo plantea, y en realidad le da igual. Acaba de llegar y le quedan tres años y medio por delante con los reds.

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