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EL CORREO CATALAN
El ajo repite
ARCADI ESPADA

Querido J:

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La otra noche, mientras planeaba dormirme en un hotel extranjero, pensé en hacerte una serie de preguntas. De algunas me acuerdo.Juntan lo micro y lo macro, como apreciarás. Empecemos. Uno contrata un viaje con una línea de aviación barata o cara, española o foránea, para ir y volver a una ciudad europea. Llega al aeropuerto de destino y le espera un finger. Vuelve, y le espera la intemperie, el autobús, las mil vueltas. Y aún en cuanto a viajes: ¿de entre las ciudades europeas principales, cuáles son las que no están conectadas por autopista o tren veloz? Sin movernos: ¿cuánto vale un piso en el centro de Berlín, un piso amplio, luminoso, en el que cierren puertas y ventanas, y donde el vecino sólo se advierte si es estrictamente necesario? ¿Cuánto vale un piso parecido, aunque siempre peor, en el centro de Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla? ¿Y en Londres? ¿Incluso en París? Internet: ¿dónde hay menos cabezas de ganado?, digo, conexiones. Pero, sobre todo: ¿dónde internet ha penetrado menos en los hábitos generales, dónde es más sospechoso entre la gente del agro, digo, del pensamiento y la pluma? Se me ocurre: ¿hay algún lugar hermoso y tranquilo para sentarse a charlar en España, que ya no sea un Starbucks, bienvenidas, bienhechoras franquicias del mundo clónico, qué sería de nosotros sin ellas? Fuera de las ciudades, y salvo algunos severos núcleos castellanos: ¿hay campo más abandonado, más inculto que el español? Y la playa: ¿en algún lugar de Europa se ha practicado una destrucción comparable a la del litoral español? ¿Y los lavabos públicos?, ¡todavía!

Te hice también, en el duermevela, una larga serie de preguntas políticas. ¿Hay algún lugar de Europa donde la vida de las personas esté amenazada en razón de sus ideas? ¿Se da el caso de que reformas legales que han ocupado durante años las primeras páginas de los periódicos, los informativos de la televisión, que han congregado miles de intervenciones de los dirigentes políticos y miles y miles de opiniones mediáticas, sean ignoradas deliberadamente, casi con asco, por más de la mitad de la población? ¿Hay muchos ejemplos de comunidades donde la mitad de la población preferiría no vivir con la otra media, y no sólo eso, sino que en vez de arrepentirse por sus malos instintos, hace apología política de ese rechazo? Te pregunto, ¡oh dilecto!: ¿conoces algún caso donde la ideología política de los jueces se ventile como sábanas al sol de un prostíbulo y se sobreentienda que sus decisiones técnicas han de quedar irremediablemente supeditadas a un partido previo? ¿Crees que algún dirigente político del mundo libre habría iniciado una negociación con un grupo terrorista con el rechazo del principal, y único, partido de la oposición? ¿En qué país uno tiene que comprar cuatro periódicos para conocer los hechos, los hechos, digo, no las opiniones? Cuéntame, apúrate, ve si puedes. Esto: hasta el 30 de diciembre del año pasado, el Gobierno decía que la negociación con los terroristas progresaba y que el año que viene estaríamos mejor. La oposición aseguraba que el Gobierno ya había vendido España a los terroristas, empezando por Navarra. O sea: ¿conoces algún país del mundo donde sean los terroristas, con sus bombas, los únicos capaces de restablecer la realidad? Y aún con las bombas: ¿algún ejemplo próximo de que tras quedar destrozadas 191 personas en los andenes, los ciudadanos griten asesino en las calles a su presidente? Un país sin patentes, con niveles altísimos de fracaso escolar, un país donde las comunidades autónomas secuestran los ríos a su paso y donde los muertos dictan, como en ningún otro cementerio, la ley y el tiempo a los vivos. España, sin ir más lejos. Dirás, quizás: algo de esto pasa en todos los sitios. De acuerdo: pero no todo pasa en el mismo sitio.

Yo creo que quienes lo han resumido mejor ha sido la gente de Dolce & Gabanna, Doménico y Stefano, a los que han obligado a retirar un anuncio de hombres y mujeres ¡«por incitar a la violencia machista»! Lo habrías oído de no estar siempre entre tus paseos herméticos por los olivos. «España se ha quedado un poco atrás».Lo dicen suavemente, para no perder cuota de mercado, pero el diagnóstico es preciso. España no ha dejado de ser un país de curatos; sólo que ahora se ha añadido a ellos este centón de ursulinas que gobiernan. Y si el Tribunal Constitucional se mete en la cama y en la vida de los profesores de Religión, a ver qué pillan, nuestras izquierdas no le van a la zaga: prohíben las mujeres, la comida y el vino, que era lo único que hacía soportable el ser español. Y no lo creerás: en España han prohibido al mismísimo butanito, por decir lo único que ha dicho siempre, es decir, pablo, pablito, pablete, fuese a don Pablo Porta o al teniente coronel. Butanito prohibido, Dragó obligado por los madrileños a ponerse orejas de burro (me habría gustado ver lo que decían los madrileños si el sucedido se hubiese dado en TV3) y un Gobierno, el catalán, of course, legislando sobre la brujería, es decir, sobre las llamadas medicinas alternativas, a las que reconoce una profunda carga de espiritualidad. España se ha quedado un poco atrás, en efecto. Este país vivió un momento muy decorativo en la Transición política. Contra todo pronóstico, fue capaz de dotarse de un sistema democrático, con poca zarzuela y poca sangre. Ese tipo de sorpresas españolas, tan parecido al de la Constitución de 1812. También entonces este país brindó al mundo la palabra liberal, quién lo diría. Pero, ahora como entonces, se plantea una pregunta. Entonces era, y salió bola negra, si España sería capaz de consolidarse como un Estado moderno. Ahora la pregunta, ya lacerante, es si España será capaz de convertirse en un Estado postnacional.

Tengo muy pocas esperanzas. El anacronismo sigue instalado en la vida española, y reforzado, como habrás visto, por la savia nueva de una izquierda beta (ojo, linotipista: también es beata, pero yo, ahora, digo beta) y meliflua. Los esfuerzos vitales tienen a veces un punto grotesco. Ya te habrás encontrado con el paso a la modernidad de las señoritas y caballeros de Movistar.No consiste en disponer de tarjetas ADSL de nueva generación (aunque para darse importancia las anuncien a tambor batiente), sino en el tuteo. La otra mañana hube de reprender a una: la conversación era larga, había dormido poco y yo, tan temprano, exijo el usted.

- ¿Puede usted dejar de tutearme, si es tan amable?

- No puedo, lo siento, es el protocolo.

Hace unos años, cuando España era el mejor lugar del mundo para hacerse rico, un Solana, que dirigía Telefónica pero que aún mantenía el usted, diagnosticó la enfermedad de su compañía.El cuello de botella. Las cosas iban bien, demasiado bien, según el director. Tan bien, que las viejas estructuras de la felicidad se veían incapaces de absorber la demanda. No creo que, aun en su tosca búsqueda de explicaciones prácticas, le faltara precisión metafórica. Hubo un tiempo en que los españoles parecían desbordados por sí mismos. Suele pasarles en sus frecuentes guerras civiles.Pero entonces se trataba de una fresca y espontánea paz civil.Ha durado poco. No sé por qué. Una razón no despreciable es, justamente, el juicio general que merecemos a los extranjeros.Suelen hablar maravillas de España. Son maravillas de 15 días, de luz y salitre, de la relativa cordialidad y de los buenos precios. Como en los 50, cuando Ava. Según todos mis indicios, España está a punto de ser otra vez estación privilegiada de la tournée des grans ducs. Barrio bajo y burdel, y esa deliciosa sensación de que a cada esquina nace una pelea brava y formidable a cuello de botella roto.

Sigue con salud.

A.

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