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| La mirada vertical |
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Alfredo Merino
Hace justo cien años un grupo de chalados marchaba de vez en cuando de «expedición». No iban a los volcanes del Africa negra, ni al Himalaya. Ni tan siquiera pensaban en los cercanos Alpes.Aquellos hombres iban al Guadarrama. Y es que entonces irse a la Sierra era mucho más que marcharse hoy día al Atlas o a los Alpes escandinavos. Entonces, para llegar a la Sierra se tardaba un par de días, teniendo que utilizarse medios tan rústicos como una carreta de bueyes, por ejemplo. Se cumple ahora el centenario del nacimiento del Club Alpino Español, la primera sociedad montañera madrileña. Cuando veo fotos como las que ilustran estas páginas, o cuando me cuelgo de los diminutos agarres del paredón de Patones y recorro la vertiginosa pared sur del Yelmo, siempre me acuerdo de ellos. Pues ellos fueron quienes empezaron a practicar los maravillosos deportes del alpinismo y la escalada. Ellos sembraron la semilla de una afición que arraigó en Madrid como en casi ningún otro sitio de España. Esa afición hace que, en lugares como La Pedriza, La Maliciosa, Los Alcores, La Cabrera y sitios así, hoy practiquen la escalada en nuestra región de manera más o menos habitual unas 10.000 personas. Muchos son jóvenes, muy jóvenes, y llegan atraídos por el veneno del riesgo que supone depositar tu vida en la punta de los dedos. Otros llevamos en la vertical toda la vida. Lo hacemos por eso, sin duda, pero yo cada vez más, también lo hago por contemplar el mundo desde una perspectiva diferente.
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