La política española se resume en un puño y una gaviota. El PP eligió la gaviota, cuyas alas abiertas y majestuosas anuncian libertad; también simbolizan el sadismo: devoran los ojos de los ahogados en las pateras y no buscan aventuras, sino sobras; se alimentan en los basureros.
Sería maravilloso que los símbolos de los partidos se acercaran al vuelo y a la lucidez del búho de Minerva o la lechuza de Atenea, pero la política española vuela bajo, como el grajo, negruzco, de mal agüero, típico del diluvio universal de insultos. Tal vez Mariano Rajoy debiera prescindir, por ahora, del grajo, de la gaviota, y echarle cañamones al periquito, de colores refulgentes, que anuncia el paraíso y las islas de los piratas.
Juan Campmany dirigió la estrategia publicitaria que llevaría a José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa. Campmany se hizo célebre antes del efecto ZP con la teoría del periquito. José Manuel Lara buscaba un publicitario -que además fuera del Español- para encargarle la campaña de captación de socios del club blanquiazul.Juan Campmany le habló con sinceridad a Lara: el Español no despierta pasiones, no ha logrado enraizarse en el establishment de Cataluña.A pesar de todo, Lara le encargó la campaña de publicidad.
Campmany no sabía qué hacer hasta que a sus creativos se les ocurrió una idea mágica, que le expusieron en el siguiente razonamiento: los del Barcelona son culés, los del Madrid, merengues; los del Atlético, colchoneros; los del Athletic, leones, y los del Español, periquitos. Realizaron un spot con periquitos blanquiazules jugando al fútbol, grabaron 1.000 metros de película con esos loros haciendo cabriolas, rematando el balón de todas las formas posibles y, como apoteosis, un periquito acababa con una espectacular chilena.La campaña duró 29 días y cuando aún no había concluido el Español ya había logrado 7.000 nuevos socios.
Cuando descubro que José Blanco está feliz, alegre y confiado con la encuesta del CIS, porque Mariano Rajoy va detrás de Durán, de Llamazares y hasta de Paulino Rivero en la admiración de los votantes, pienso que Mariano no necesita nuevos socios, porque ya tiene muchos; lo que necesita es amor y fantasía, o, por lo menos, como el Español: enraizarse en el establishment de la opinión pública, hacerse simpático, lograr una aura de la que hoy carece y que le condena al empate.
En política, como en el fútbol, aspirar al empate es pretender el juego feo, duro, de zancadillas. Rajoy ya jugó al catenaccio en las elecciones de marzo y perdió. A Zapatero le basta con el empate porque los nacionalistas e IU le auxiliarían y en España no hay segundas vueltas. Los goles del PSOE valen doble. A Mariano Rajoy le quedan pocos meses para atraer el voto volátil y, además, contrarrestar la putada de ZP, que consiste en despertar a los abstencionistas de la izquierda.
En esta época de marketing electoral y vídeo-política, Mariano necesita un periquito para romper el empate.