Merecedor del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1986 por El asalto, Fons Rademakers fue, a todas luces, el realizador holandés más conocido internacionalmente. No obstante, los elevados parámetros entre los que gravitó su obra -a menudo, concerniente al manejo de los conflictos psicológicos- hicieron de Rademakers un cineasta tan minoritario como lo es, de hecho, toda la producción cinematográfica holandesa.
Fallecido recientemente en un hospital suizo a consecuencia de una afección pulmonar, el director no emplazaba su cámara desde 1989, cuando el fracaso comercial de Juicio a un desconocido (1989) le apartó definitivamente de la profesión.
De vocación tardía, el realizador que estaba llamado a ser -junto con el documentalista clásico Joris Ivens- el más prestigioso de los cineastas holandeses, emplazó por primera vez su cámara en 1958. En los 38 años que mediaban entre aquel día y el de su nacimiento en Roosendael, había estudiado Arte Dramático en Amsterdam, empleándose posteriormente como actor y director teatral.Aquéllos que le vieron subirse a los escenarios por primera vez fueron los años de la ocupación alemana de Holanda y la experiencia habría de marcar de forma indeleble a Rademakers. No en vano, la invasión fue el telón de fondo de sus dos últimas realizaciones: El Asalto, sobre el asesinato de un colaborador del ejército ocupante, y Juicio a un desconocido, sobre las atrocidades de las que fueron objeto los hebreos durante aquel periodo.
Según las estadísticas de la época, en 1955 -cuando Rademakers comenzó a interesarse por la realización cinematográfica-, Holanda sólo producía tres películas al año. Ante semejante panorama no fue de extrañar que el aprendiz de cineasta se viera obligado a marcharse a París para emplearse como ayudante de Jean Renoir, ocupación que volvió a desempeñar en Roma a las órdenes de Vittorio de Sica. Como se ve, no le faltaron buenos maestros.
Sobre un guión escrito por él mismo, aunque basado en una novela de Antoon Coolen, Dorp aan de rivier, su primera realización versaba sobre la experiencia de un médico interesado por las terapias alternativas en una comunidad muy puritana. Toda la gravedad que desprendía el tema, además de sus profundas raíces en el calvinismo holandés, era deudora de la confesa admiración que Rademakers sintió siempre por Ingmar Bergman, a quien fue a rendir tributo con una sabia utilización de los elementos fantásticos y el ya referido manejo de los conflictos psicológicos.
No del todo ajena a esa escuela documentalista que, no obstante la falta de producciones de ficción siempre ha sido especialmente brillante en Holanda, la filmografía de Rademakers prosigue en títulos como Mes, Het (1961), un drama sobre un adolescente que recela de su madre porque ésta mantiene un romance con un amigo de su último marido; Als twee druppels water (1963), uno de los primeros acercamientos a la Segunda Guerra Mundial; o Mira (1971), definida por la crítica norteamericana como «la clásica película holandesa de sexo».
Hombre de cine en la más amplia concepción del término, Rademakers fue a menudo productor y guionista de sus filmes. Ese fue el caso de The Judge's Friend (1979), sobre la verídica historia de un juez belga que intentó asesinar a su esposa. En paralelo a su actividad como cineasta, fue actor para otros directores.Entre otras, cumple dar noticia de su aportación a la maravillosa El rojo en los labios (Harry Kümel, 1971), uno de los mejores acercamientos del cine a la condesa Bathory que se recuerdan.
Fons Rademakers, director de cine holandés, falleció el 22 de febrero de 2007 en Ginebra (Suiza) a los 86 años de edad.