LOS ANGELES- Será la carrera más incierta de la última década, con un final abierto que ningún crítico se atreve a presagiar, a riesgo de estrellarse estrepitosamente como ocurrió el año pasado. Las siete nominaciones al Oscar de Babel no son suficientes garantías frente al acecho de Infiltrados, de Martin Scorsese, y ante la sorprendente remontada de Pequeña Miss Sunshine, la pequeña comedia aupada al podio de favoritos por la misma autopista de circunvalación que tan buenos resultados le dio a Crash.
Por el Oscar a la mejor película -o a la mejor campaña de promoción- optan también The Queen de Stephen Frears (con Helen Mirren demostrando que se puede ser sexagenaria y sexy) y Cartas desde Iwo Jima, de Clint Eastwood, que con 76 años y dos estatuillas en su vitrina no necesita recurrir a estas alturas al sex appeal.
Martin Scorsese, que lo llevaría crudo en un concurso de belleza, juega esta vez la baza de la injusticia. A la sexta nominación como mejor director puede llegarle la vencida, y aunque Infiltrados no sea Toro salvaje o Uno de los nuestros, sacará posiblemente tajada de lo mejor de su filmografía.
Infiltrados, eso sí, es la película más taquillera de su prolífica carrera, y la única de las cinco grandes que ha superado la barrera de los 100 millones de dólares: un detalle que suele pesar lo suyo entre los votantes de la Academia a la hora de las incertidumbres.
«Nunca haces películas pensando en ganar un Oscar, pero es bueno volver a estar entre los nominados», ha dicho Scorsese, con su proverbial modestia. En vez de hacer en persona el trabajo sucio, el director ha delegado en los hombres de la Warner Bros para que hagan correr la voz del momento de Martin. Y a falta de infiltrados en las grandes categorías, siempre podrá apoyarse esta noche en los báculos de Mark Wahlberg (aspirante a mejor actor secundario) y de su socio Leonardo DiCaprio (nominado por Diamantes de sangre).
La de hoy será una noche cuajada de paradojas, con la película más nominada (Dreamgirls, ocho candidaturas) marginada en las grandes categorías y con las cinco grandes sin opciones en la parrilla de primeras actrices y actores (a excepción de The Queen).
Sin el rostro reconocible de Brad Pitt, Babel se ha desinflado desde que subió al Globo de Oro, que más que un oráculo se ha convertido ya en un mal aguero (allí empezó el año pasado la cuesta abajo de Brokeback Mountain y los vaqueros gays). En Hollywood tienen aún muchos problemas a la hora de pronunciar el nombre completo de Alejandro González Iñárritu, y parece como que se hayan asustado o arrepentido de las 16 nominaciones que acaparan los directores mexicanos (con Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón completando el corrido).
A Babel le ha faltado presencia en la campaña final: la productora Paramount Vantage se ha preocupado más de jugar la carta del calentamiento global (apostando por el rostro ubicuo de Al Gore y la candidatura al Oscar al mejor documental para Una verdad inoportuna) que en seguir promoviendo la causa del multilingüismo en la era de la globalización. Con la niñera Adriana Barraza y la japonesa Rinko Kikuchi en la cartelera de mejores actrices secundarias, el filme se ha desdibujado en el lienzo de los académicos, que también habrán tenido en cuenta la división de opiniones entre los críticos.
«La gente de los Oscar tiene siempre una sorpresa bajo la manga», advierte el crítico de Entertainment Tonight Leonard Maltin. «En cada categoría suele haber dos caballos ganadores... y tres aspirantes dispuestos a chafar las apuestas».
La tercera en discordia puede ser la Pequeña Mejor Película, como los magos del marketing de la Fox Searchlight han sabido vender a estas alturas Pequeña Miss Sunshine. Las paletas sonrientes de la niña Abigail Breslin -protagonista de la delirante road movie y candidata a mejor actriz secundaria- se han encaramado a las portadas de suplementos y revistas, como vaticinando un final sorpresa comparable al de Crash el año pasado.
La Foxlight ha enviado DVD «para su consideración» a todos los académicos, y el plantel completo de la película, con los codirectores Jonathan Dayton y su mujer Valerie Farif al frente, se ha prodigado en proyecciones especiales para conseguir ese efecto multiplicador que llegará hoy hasta la mismísima alfombra roja.
Sexy y no sexy
Otra figura ubicua estos días (sin corona y mostrándonos el sujetador en la portada de la revista Los Angeles) es el de la reina Helen Mirren. La productora Miramax ha decidido explotar la imagen sexy de la actriz de 61 años, en contraste con su regia rigidez en la gran pantalla. El Oscar casi cantado a la mejor actriz para la Mirren -con el permiso de Penélope Cruz, Judi Dench, Meryl Streep y Kate Winslet- ha restado sin embargo fuerza a las opciones de The Queen como mejor película.
Cartas desde Iwo Jima, tal vez el filme más venerado este año por la crítica norteamericana (junto con El laberinto del fauno), parte con la desventaja de la versión original en japonés y la distancia que el propio Clint Eastwood ha querido imponer en la recta final, como obedeciendo la consigna de ceder esta vez ante Martin Scorsese (los dos compiten en la fragata común de la Warner Bros, con los refuerzos de Dreamworks en el caso de Eastwood).
Otro veterano que ha lanzado su propia campaña de imagen a los 74 años es Peter O'Toole, con camisa roja y corbata blanca, reclamando su derecho a enamorarse de una joven veinteañera en Venus. Aunque casi todas las quinielas dan como vencedor a Forest Whitaker por su encarnación del tirano Idi Amin en El último rey de Escocia, el vetusto actor británico no se resigna y lleva promocionando su octava nominación a los Oscar en todos los programas posibles de televisión.
«Cuando yo era joven, los actores nos limitábamos a actuar y apenas podíamos hablar», confiesa O'Toole. «Ahora las cosas han cambiado: no sólo podemos abrir la boca libremente, sino que nos hemos convertido en perfectos vendedores».