Después vinieron los años del exilio en Londres, las colaboraciones con leyendas de la psicodelia como Incredible String Band o los mismísimos Pink Floyd, la grabación de un álbum en inglés en EEUU, la fascinación por el reggae de la mano de Jimmy Cliff... y su debut en política a comienzos de los 90 en su Salvador de Bahía natal.

Luminoso lo devuelve a la actualidad musical. Se trata de una grabación en formato íntimo (sólo guitarra y voz) que realizó hace unos cuatro años como parte de un disco-libro que únicamente se distribuyó en Brasil, en tirada limitada. Pues bien, el sello independiente catalán Discmedi pone ahora en circulación el disco en España. Y una gira con tres fechas permite comprobar cómo es, a sus 64 años, el Gilberto Gil unplugged: Auditorio de Tenerife (hoy), Teatro Principal de Vitoria (próximo martes) y Palau de la Música de Barcelona (miércoles día 28).

Pregunta.- Usted se desnuda en este disco, íntimo, casi ascético.

Respuesta.- Es un álbum muy natural, con el que quería tratar algunas de mis canciones de otra forma. Es un disco que marca la diferencia con los anteriores porque volví a grabar temas antiguos con otra perspectiva. Fue un amigo mío, Bené Fonteles [artista plástico, poeta, músico y productor de Luminoso], quien me propuso hacer un libro en el que comentaría mis canciones y me sugirió hacer este disco.

P.- ¿Es su disco más espiritual?

R.- No lo sé. En todo caso, no para mí. Quizá para otros. El alma de las canciones era la misma ya en su momento. Es más, ha sido ese espíritu el que ha propiciado el nuevo tratamiento de los temas, como una metáfora de esa dimensión que ya figuraba en las letras.

P.- ¿No le hace la política perder esa espiritualidad que siempre le ha caracterizado? Parecen incompatibles, ¿no?

R.- Siempre se necesita la espiritualidad. También en la política. La espiritualidad va unida a la materialidad. Una cosa no puede separarse de la otra. El cuerpo es espíritu, y la mente, y el habla.

P.- ¿Recurre a esta dimensión a la hora de hacer política? ¿Es éste su secreto?

R.- No sé. Es mi forma de vivir, de concebir, de interpretar las cosas que veo, que toco y que están alrededor de mí: la política, la música, la amistad, el amor...

P.- Está claro que es usted un político no convencional.

R.- Mi gestión se caracteriza por salirme de la actitud convencional y tratar de ensanchar la comprensión de lo que es la cultura como una intersección de todos los lenguajes.

P.- Por cierto, cuando se reúne con otros políticos y sin entrar en el idioma de cada uno, ¿tiene la sensación de hablar un lenguaje distinto?

R.- Así es, hablo un lenguaje distinto, pero mi trabajo consiste en la búsqueda de puntos comunes.

P.- Se han levantado algunas voces en su contra en Brasil, ¿se le ha pasado por la cabeza dimitir?

R.- Es cierto que unos cineastas leyeron un manifiesto contra mí y otros mostraron su desacuerdo, pero nadie me ha pedido mi dimisión. Hay que tener en cuenta que la política es un territorio belicoso, lleno de conflictos. Lo que sí es verdad es que cuando terminó la anterior legislatura, no quería continuar porque me siento fatigado físicamente y quiero dedicar más tiempo a mí mismo. Pero entonces, en noviembre y diciembre, recibí muchas peticiones para quedarme. Ése es el motivo por el que sigo.

P.- ¿Y si Lula dimitiera?

R.- Pues dimitiría yo también porque tengo un compromiso personal con él.

P.- ¿Está de acuerdo con la ley aprobada en su país que establece que el español es una lengua de enseñanza obligatoria?

R.- Sí, la ley está ahí, pero requiere un proceso. Hay escuelas que aún se están preparando para ponerla en práctica. Se necesitarán unos 200.000 profesores de español. Todo esto es importante para Brasil porque todos nuestros vecinos hablan español, y es muy conveniente para nuestra proyección.

P.- ¿Sigue las nuevas tendencias de la música brasileña?

R.- Los jóvenes de Brasil tienen sus propias formas de expresarse, con instrumentos actuales, con la electrónica. Tienen sus propias reglas y las mezclan con músicas de EEUU, de Europa, de Africa. El funk, en Río de Janeiro, es una manifestación de todo esto. También me gustan los raperos y los dj de las favelas.