REAL MADRID 1

Leo Franco

Seitaridis

Zé Castro

Perea

Antonio López

Galletti

Luccin

Maniche

Jurado

Agüero

F. Torres

Cambios: Mista por Galletti (min. 71)

Casillas

Salgado

Cannavaro

Helguera

M. Torres

Emerson

Gago

Guti

Raúl

Reyes

Higuaín

Cambios: Cassano por Reyes (min. 46)

Diarra por Gago (min. 53)

Marcelo por Guti (min. 77)

s.c.

Arbitro: Daudén Ibañez

Tarjetas amarillas: Helguera, Cannavaro (2), Luccin, Cassano, M. Torres, Guti, Galletti, Diarra y Casillas.

Tarjetas rojas: Cannavaro (min. 82).

Goles: 1-0: F. Torres (min. 10). 1-1: Higuaín (min. 61).

VICENTE CALDERON. LLENO.

MADRID.- No habrá otra ocasión igual, siquiera similar, para que el Atlético destierre sus fobias. Tardará muchos años en volver a completar un partido contra el eterno rival como el que firmó ayer. No se puede hacer más. Llevó la iniciativa, jugó mejor, le puso más intensidad, dispuso de media docena de ocasiones. Simplemente, mereció ganar. Y lo hubiese hecho contra cualquier otro equipo, pero no contra el Madrid. Lo más triste para los rojiblancos es que no ganaron ni contra este Real Madrid, un colectivo muy pequeño, minimizado a un fogonazo inesperado en la segunda parte, cuando nadie hubiese apostado por el empate. No hay Champions para los locales, que sin embargo encontrarán un argumento no del todo falso para explicar el resultado: la actuación del árbitro condicionó, en varias jugadas, la suerte de un encuentro que difícilmente se volverá a repetir.

La primera hora de partido se puede analizar desde la fe. Llegaban al Calderón dos proyectos difusos, rumiando sus dudas en los antecedentes, asumiendo su desprecio por la estética y con una rentabilidad discreta. Ocurre que el Atlético, pese a lo de ayer, cree en sí mismo, y el Madrid no. Unos sospechan que el camino iniciado es el correcto, los otros no. Unos piensan que aún hay margen de crecimiento, los otros no. El Atlético se tenía fe a sí mismo y atisba un horizonte. El Madrid hace tiempo que perdió la esperanza de llegar a lugar alguno. Pese al empate.

Así que el Atlético salió con el corazón desbocado, muriendo en cada balón dividido, empujando al rival hacia el regazo de Casillas, queriendo la pelota y, por primera vez este año, sabiendo qué hacer con ella. Y el Madrid salió caminando, despectivo, como si el partido no fuera con él. Quizá es que el equipo no da para más, y por eso su primera ocasión llegó en el minuto 22, en un remate de cabeza de Emerson a la salida de una falta, único lunar de los rojiblancos, que cada vez que tienen que defender en estático se les viene el mundo encima.

Pero por lo demás fue un monólogo. Un espectáculo pirotécnico en rojo y blanco, repleto de presión y anticipación, de toque y desmarque, de lucha y coraje. De todo eso hubo en la jugada del gol. Fernando Torres y Galletti robaron un balón a dentelladas, el argentino se metió en la derecha dejando atrás al lateral y su centro lo controló en la frontal El Niño. Y ahí cambió la historia de Torres en los derbis. Bastó con pensar medio segundo.

Lejos de reaccionar, el Madrid tiró de la manta para arroparse todavía más. Tres minutos después, el árbitro impidió que el marcador cogiera vuelo. Primero cortando una internada de Torres por la derecha en una negación impropia de la ley de la ventaja. Y después anulando un gol completamente legal por un fuera de juego que sólo vio el árbitro asistente. La velocidad de Torres y Agüero maltrataba a los centrales madridistas, incapaces de anticiparse o aguantar una carrera. Especialmente brillante el argentino, con mucha cara, recibiendo y metiendo el cuerpo para proteger, jugando siempre de cara y bien, acelerando cuando procedía. Por detrás, Jurado se atrevía a ponerle descaro a la calidad que ya tiene, y el resto se encomendaban afanosamente a la tarea de no dejar pasar al Madrid del centro del campo. Capello, siempre de pie, apenas gesticulaba mientras Raúl se perdía en la derecha y Gago y Emerson naufragaban en la zona del medio. Aún así, Cannavaro se encontró con una pelota en la frontal del área y se la entregó a Leo Franco, en una nueva demostración de que el italiano no es lo que habían prometido.

El estado de las cosas, el repaso que le estaba pegando el Atlético al Madrid, lo resumen los dos cambios de Capello. Metió al indultado Cassano a pesar de la pinta de ex futbolista que gasta, y después, transcurridos nueve minutos del segundo tiempo, perdiendo 1-0, dio entrada a Diarra en el lugar de Gago. En ese momento el Madrid estaba muerto, y de repente apareció un balón perdido cerca del área, apareció Cassano para ponerla entre los centrales e Higuaín para matar de desesperación al Atlético. De repente, tras una hora pasando por encima del oponente, el marcador estaba en empate. Enmudeció el estadio y encogió el Atlético, que estuvo un cuarto de hora mareado.

Mientras Daudén perdonaba una y otra vez, durante muchos minutos, la expulsión a Cannavaro, el Atlético, sin avisar, cogió vuelo de nuevo con un remate de Mista que sacó Casillas en la misma línea, igual que otro de Agüero cuando el partido moría. Pero no había manera. La historia, la suerte y la lógica le volvían a ser esquivas al Atlético.