ORFEO SUAREZ
Un futbolista postergado, que llevaba más de dos meses sin jugar, fue el único que aportó un haz de luz a esta ceguera blanca que resulta ya exasperante. Lo hizo para habilitar a Higuaín, que rompe su sequía. El resto del partido del Madrid fue un páramo, superado en todos los órdenes del juego por el Atlético. Si ante el Bayern, mostró carácter y entrega hasta que la extenuación lo dejó desnudo, sin la pelota y sin argumentos. Frente a los rojiblancos, durante buena parte del partido lo único que un aficionado sensato de este club podía sentir era vergüenza.
A la irreverencia que suponía la asistencia de Cassano, se unió el buen partido de otro reo reinsertado, Helguera, el único que intentaba sostener la defensa cuando todos los futbolistas parecían tener listas rojas. Es seguro que también Beckham habría estado sobre el campo de no estar sancionado. La conclusión es que este Madrid superviviente no es el de Capello, que ha perdido la confianza en la mayoría de los futbolistas, en los que estaban y los que trajo, y mientras el equipo flota como un cetáceo que se debate entre apurar sus días o dirigirse irremisiblemente a morir en la orilla.
El empate no va a modificar la posición de la directiva, convencida de que el italiano no tiene proyecto y sólo resiste por el dinero. Simplemente, quiere manejar los tiempos para no pagar un dineral y evitar el riesgo de quemar precipitadamente a Míchel, técnico del filial. Después de la semana de Múnich y Barcelona, todo estará más claro. Si Capello ha salido adelante, será el propio entrenador el que empiece a preparar los pasos de su salida, pero desde una posición de fuerza, que ponga su orgullo a salvo.
Lo que para el Madrid es un debate de futuro para el Atlético lo es de presente. Nunca como ayer tuvo un derbi tan a su alcance, con un rival entregado, sin juego, sin ganas y sin Ronaldo, que hace dos años hizo el milagro de los panes y los peces tras un arranque fulgurante de los rojiblancos. Justificarse en los errores de Daudén Ibáñez, que anuló un gol a Perea por un fuera de juego mal señalado, sería un pobre consuelo, porque cuando un equipo es tan superior, no hay árbitro que lo pare. Simplemente, le faltó instinto criminal, le sobró algo de vértigo cuando empató el Madrid y, sobre todo, le sobró Casillas. Lo más positivo del Atlético fue su imagen, la de un equipo que jugó como lo que un día fue, un grande, y que a partir de ahora tiene a su capitán, Torres, con un complejo menos por marcar al Madrid.
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