ANGELO PANEBIANCO
Siempre que el centroizquierda consiga tener los votos necesarios para lograr la mayoría en el Senado, el Gobierno se someterá al voto de confianza del Parlamento o a la formación de un nuevo Ejecutivo Prodi, un Prodi bis. Aunque suceda una de estas dos alternativas, no por eso se podrá concluir que la crisis abierta por el rechazo de la política exterior se ha superado. El (nuevo/viejo) Gobierno Prodi podría ser sólo un tapón temporal de la crisis, un Gobierno destinado a estrellarse, esta vez definitivamente, contra nuevos escollos dentro de unos meses. O podría ser un Gobierno más duradero, gracias a una discontinuidad y a cambios respecto a la experiencia de los primeros meses.
La cuestión de los votos no se puede separar de la cuestión política. El presidente Napolitano pretende que el Ejecutivo tenga los apoyos suficientes para gobernar. La exigencia del presidente, pero también la toma de posición de Romano Prodi, que pretende (y ha conseguido el consenso formal de sus socios de coalición) plenos poderes sobre los puntos decisivos, hacen que el paso entre un tipo u otro de Gobierno sea muy estrecho. En la práctica, obligan al centroizquierda a lanzarse a la búsqueda de salvadores, de un número de tránsfugas del centroderecha suficiente para dar un poco de seguridad a la futura navegación.
Pero esto tiene varias implicaciones. En primer lugar, señala la existencia de una dificultad permanente del centroizquierda. Incluso, en 1998, cuando surgió la crisis del paso del Gobierno Prodi al Gobierno D'Alema, el centroizquierda conservó la mayoría sólo gracias a un puñado de tránsfugas del centroderecha. Lo que confirma que la heterogeneidad y la fragmentación del centroizquierda son, hoy como ayer, tan elevadas, que hacen imposible el mantenimiento de la misma mayoría sin aportaciones externas, desde el principio al final de la legislatura.
El problema más importante es otro. El Gobierno Prodi debería cambiar su estilo para poder durar. En los pasados meses, asistimos a una singular situación. El Gobierno nació con el hándicap de una mayoría restringidísima en el Senado. Consciente de tal fragilidad, los líderes de la DS y de la Margarita, apoyados por el presidente del Senado, Marini, intentaron establecer relaciones no demasiado conflictivas con la oposición. Pero la tela que ellos tejían eran regularmente destejida por el propio Prodi, que calculaba que podía garantizarse el apoyo de la coalición sólo manteniendo la tensión con el centroderecha. Mantener alta la tensión significó cultivar una relación privilegiada con los componentes maximalistas de su coalición. Pero difícilmente podrá Prodi seguir manteniendo este esquema. Para permanecer en el Gobierno, Prodi debería establecer relaciones menos conflictivas con el centroderecha y dar un mayor espacio a los tejedores.
El Gobierno Prodi podría durar en su puesto sólo si se convierte en una fuerza tranquila, capaz de hacer su trabajo sin necesidad de enfrentarse por todo y con todos. Para la extrema izquierda, aceptar esta discontinuidad (que significaría la pérdida de su relación privilegiada con el primer ministro) implica la necesidad de tragarse un sapo muy gordo. Debería aceptar aquello que, según su punto de vista, es un evidente «escoramiento hacia la derecha» del Gobierno. Prodi sólo podrá permanecer en el puesto si la izquierda radical se resigna. Consciente de que no le queda más remedio que hacerlo.
A. Panebianco es columnista del
Corriere della Sera
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