Domingo, 25 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6279.
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Las encuestas envenenan la campaña electoral francesa
Los sondeos no se limitan a reflejar la opinión pública, sino que intervienen para influir en el juego político
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- El deporte nacional de los sondeos ha adquirido un papel inquietante en la campaña electoral francesa. No se limitan a plantear el estado de la opinión pública. Más bien intervienen para darle forma e influir en ella, casi siempre redundando en un estado de confusión electoral que puede resumirse simbólicamente en la eclosión del fenómeno François Bayrou. El líder del partido centrista (UDF) protagoniza la mayor paradoja de las encuestas al haberse convertido en el candidato favorito de los franceses si tuviera que medirse en la segunda vuelta indistintamente contra Nicolas Sarkozy (UMP) o contra Ségolène Royal (PS).

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El problema es que los mismos sondeos indican que Bayrou no tiene posibilidades de pasar el corte a la gran final. Su porcentaje, el 17%, nunca superaría ese 30% de intención de voto que manejan holgadamente tanto la candidata socialista como el gallo del partido gubernamental.

¿Cómo se explican estas contradicciones? ¿Cómo se entiende, del mismo modo, que Royal haya mejorado hasta en 10 puntos su credibilidad en el electorado con un margen de reflexión de sólo 48 horas? Emmanuel Todd, antropólogo y politólogo visionario, sospecha que existe juego sucio detrás de los sondeos. «Estamos viviendo un claro problema de tráfico de encuestas. Oscilan, suben, tienden a manipularse. No son instrumentos de observación, sino una manera de actuar y de inmiscuirse en el juego político. Todos sabemos que hay modos de conducir las encuestas. De enfocarlas, de interpretarlas. No representan un estado objetivo, sino que subjetivizan el juego e influyen sobre él», explicaba a EL MUNDO el eminente teórico de la «ruptura social».

La hipótesis de la contaminación presenta algunos ejemplos concluyentes. No tanto en el modo condicionado de realizar las preguntas, sino en la estrategia y el oportunismo con que se divulgan los resultados. A propósito, la cadena privada LCI mantuvo en la nevera durante cinco días una encuesta donde resultaba muy deteriorada la imagen de Royal. Finalmente, aparecieron las conclusiones el día en que la candidata comparecía delante de nueve millones de espectadores, aunque el Partido Socialista sospecha que se hizo premeditadamente para dañar su credibilidad y amortiguar el peso de su famosa intervención televisiva.

«Los sondeos, en efecto, pueden deformar las corrientes de opinión», escribía en las páginas de Le Monde el editorialista Patrick Jerreau. «En primer lugar, porque los electores son llamados a pronunciarse sobre una decisión que no deben adoptar ahora y que sólo pueden apreciar desde lejos. Aceptan a prestarse a un verdadero ejercicio de ficción», añadía.

De la ficción a la realidad, sorprende que las encuestas todavía tengan credibilidad y peso en el mapa de la política francesa. Se han convertido nuevamente en el termómetro de referencia de la campaña y han alterado incluso las estrategias electorales -Royal- a pesar de los fracasos que proliferan en los memoriales adivinatorios de la historia reciente.

Valery Giscard d'Estaing era el gran favorito de los comicios de 1981 a costa de la pujanza de François Mitterrand. Édouard Balladur tendría que haberse impuesto a Jacques Chirac en 1995. Y, por supuesto, Jean-Marie Le Pen no tenía ninguna oportunidad de disputar la segunda vuelta en los incendiarios comicios de 2002. El precedente favorable ha cundido en el acuartelamiento del líder del Frente Nacional. Las encuestas le dan menos peso que a Bayrou y le despojan de la medalla de bronce, pero Le Pen está convencido de disputar la segunda vuelta contra Royal el próximo 6 de mayo.

Hoy va a repetir la bravuconada en la ceremonia de presentación de su programa electoral organizada en Lille. No podrá decir, en cambio, que su modestia en las encuestas de opinión pública está relacionada con que algunos de los simpatizantes del Frente Nacional sienten una cierta vergüenza a manifestar públicamente el rumbo de su papeleta.

Semejante comportamiento cautelar debería servir para relativizar la importancia de las empresas que viven de las encuestas. De hecho, esta misma semana han aparecido ocho sondeos realizados con seriedad que arrojan, sin embargo, diferentes resultados y conclusiones. Será porque el porcentaje de indecisos llega en algunos casos al 50%. O será porque cada medio informativo encuentra una caja de resonancia sociológica a su medida para justificar el respectivo posicionamiento editorial.

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