Desde los precarios inicios de la llamada Operación Libre Hidalgo la logística de las fuerzas que envió Madrid ha sufrido una transformación radical. Del campamento de tiendas de campaña ubicado sobre tierra que se instaló en Taibe se ha pasado a un ingente recinto de medio millón de metros cuadrados -200.000 habitados- que ahora constituye, para 1.100 soldados, el principal cuartel español en el extranjero.
El complejo consta de 710 contenedores habilitados como viviendas y oficinas y muy pronto dispondrá de un helipuerto y un hospital de campaña. «Es una base que va a costar 14 millones de euros. Pero esto es una apuesta. Líbano es uno de los ejes principales de la región y por eso el Gobierno español está haciendo este esfuerzo», asegura el general García Sánchez.
Además de mantener una media de casi 100 patrullas diarias, los militares han desactivado 1.500 artefactos, han descubierto media docena de arsenales, el último el 26 de enero -cuando, junto al Ejército libanés, encontraron 30 cohetes Grad-, e intentan ganarse el apoyo del entorno con consultas médicas, asistencia veterinaria y hasta clases de castellano.
Los soldados españoles no han podido sin embargo resolver dos de los escollos que mayor polémica generan entre la población sureña: la ocupación israelí de la aldea de Ghajar y las repetidas incursiones en el Líbano de los aviones de Tel Aviv. «Ghajar es un punto crítico y el problema se está tratando a nivel diplomático. Lo mismo ocurre con los vuelos israelíes, que es cierto que son una violación de la soberanía libanesa», alega el general.
Su antecesor, el coronel Luis Meléndez, se había mostrado mucho más explícito y dijo a Efe que, si no se impedían las maniobras de la aviación israelí, «el pueblo libanés se volverá a preguntar si la Finul es como la anterior, no sirve para nada». Sánchez tampoco acepta las acusaciones de Tel Aviv que dicen que Hizbulá se está rearmando. «Le puedo asegurar que en la zona que mando no hay un incremento de armas. El armamento que hemos encontrado era el que abandonaron al concluir la guerra», asevera.
La crisis política interna no es la única amenaza que planea sobre los legionarios. Quizás sean más preocupantes las informaciones que hablan sobre una creciente actividad en el país de extremistas vinculados a la nebulosa de Al Qaeda. El ministro de Defensa libanés, Elías Murr, anunció el día 8 que su Ejecutivo dispone de informes sobre amenazas contra la Finul de grupos fundamentalistas instalados en Ain El Hilwe, un campo palestino sito en la localidad de Sidón.
Las autoridades libanesas han revelado además a EL MUNDO que cerca de 250 radicales se infiltraron desde Irak en noviembre y habitan en otro enclave palestino, Nahr el Bared, en el norte del país. Son sirios, saudíes, iraquíes y palestinos que se han entrenado en Irak y han adoptado el nombre de Fatha Al Islam, indicó el ministro de Juventud, Ahmed Fatfat. Definitivamente están preparando atentados terroristas.
El problema es que las fuerzas de seguridad no pueden entrar en los campos palestinos, admite Achraf Riffi, el jefe de la policía local. El peligro que entrañan estos comandos es compartido por los militares israelíes que, el pasado 10 de diciembre, ya alertaron sobre la presencia de yihadistas en el Líbano, uno de cuyos objetivos sería atacar a las fuerzas de paz extranjeras, que ven como un símbolo de Occidente, en palabras del jefe de la inteligencia militar israelí, el general Yossi Baidatz. «Hemos recibido esas alertas y las estamos sopesando muy en serio», sentenció el general García Sánchez.