El que manda soy yo y, desde luego, no voy a consentir que nadie ponga en cuestión la viabilidad del sistema de pensiones». Con estas palabras recibió el ministro de Trabajo y Asunto Sociales, Jesús Caldera, al nuevo director de la Oficina Económica de Presidencia, David Taguas, que cometió el atrevimiento de cuestionar la viabilidad del sistema público de pensiones en el último número de la revista de la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas). Al parecer, Taguas redactó el artículo antes de su nombramiento.
Pero no sólo los ministros se han subido a las barbas de Taguas. El pasado jueves, durante una intervención en un seminario del Instituto de Estudios Fiscales, el secretario de Estado de la Seguridad Social Octavio Granado, que tiene el mismo rango que Taguas, se tomó su tiempo para decir, sin citarle, que el artículo del nuevo asesor económico de Zapatero es «apocalíptico, inadecuado, inaceptable, simple y carente de rigor científico».
En el artículo Taguas se lamentaba de la falta de ambición del Gobierno en su último acuerdo de reforma de la Seguridad Social con los agente sociales, auguraba una crisis del sistema entre los años 2011 y 2015 y proponía, entre otras cosas, ampliar a toda la vida laboral la cotización para calcular la pensión, retrasar la edad de jubilación a los 70 años y avanzar hacia un modelo de ahorro individual en lugar del actual sistema público de reparto. El artículo del asesor de Zapatero no es, precisamente, un manual socialdemócrata de soluciones para el futuro del sistema de pensiones.
«No es de recibo que se reiteren los estudios sobre la Seguridad Social con datos anticuados. Si la Seguridad Social está haciendo un esfuerzo de transparencia proporcionando el máximo de información, tendremos que exigir a los científicos seriedad y rigor», se despachó Granado. El secretario de Estado de Seguridad Social fue todavía un poco más allá y afirmó que, en ocasiones, «la simplificación se convierte en simpleza».
Las desautorizaciones expresas por parte del Ministerio de Trabajo a las conclusiones del nuevo consejero de Zapatero en materia económica no han suscitado, de momento, comentario alguno por parte del Ejecutivo.
David Taguas sustituyó en el cargo a Miguel Sebastián, candidato socialista a la Alcaldía de Madrid, con el que compartió anteriormente responsabilidades en el Servicio de Estudios del BBVA.
Su sombrío artículo sobre el futuro del sistema de pensiones ha servido para añadir su nombre al de sus criticados antecesores. Sin embargo, las chanzas sobre su antecesor, Miguel Sebastián, promotor del programa económico socialista del tramo único del IRPF, siempre fueron a micrófono cerrado. Las discrepancias entre Sebastián y el vicepresidente segundo y ministro de Economía, Pedro Solbes, han sido un clamor. La reforma fiscal aprobada finalmente por el Gobierno socialista, de perfil netamente continuista respecto a las emprendidas por los gobiernos del Partido Popular, colocó en su sitio tanto al asesor de Zapatero como al vicepresidente Solbes, uno de los miembro del Ejecutivo más valorados en las encuestas. Solbes ha defendido con éxito la máxima de que, en Economía, «los experimentos, sólo con gaseosa».
Taguas y Sebastián no han sido los únicos damnificados del cargo de asesor económico del Gobierno, que parece conlleva cierta carga de fatiga con el sólo nombramiento. José Barea, director de la Oficina Presupuestaria del Gobierno de José María Aznar, también abandonó su puesto en un mar de críticas. En su caso, eso sí, no por la complacencia con las políticas económicas del Gobierno con el que le tocó lidiar.
