Lunes, 26 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6280.
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CRONICA HISTORICA
Un payés que cultivaba habas
ROGER JIMÉNEZ

«Faves amb medalles» (habas con medallas) es un antiguo y exquisito plato que se debe a Sant Medir y que se popularizó en el Vallès, en el llano de Barcelona y en la ciudad. Los «restauradores» de la época entendían por medallas los pedazos de butifarra, muy anchos y delgados, que entraban en el condimento. Desde siempre, este Santo ha sido relacionado con las habas, y los ermitaños y organizadores de las romerías en su honor vendían habas secas atravesadas por una aguja que lucían los devotos prendidas en la ropa. Entre los payeses del Vallès se transmitió la creencia de que era posible convertir un campo estéril en productivo sembrando en él habas de Sant Medir. La causa de que se relacionara al Santo con las habas radica en una vieja leyenda.

Cuenta la tradición que, a comienzos del siglo IV, un payés que vivía en una masía en el término de Sant Cugat acogió al obispo de Barcelona en su huída de la persecución dictada por Diocleciano contra los cristianos. El prelado (quien después sería canonizado como Sant Sever), acompañado de varios fieles a caballo pasó por el lugar, donde Medir se encontraba sembrando habas. En recompensa por su ayuda, el obispo hizo que las habas recién plantadas crecieran y florecieran rápidamente. El caso es que los soldados enviados por el gobernador de Barcelona en su persecución llegaron poco después a la masía y preguntaron a Medir si había visto a los fugitivos, a lo que respondió que sí, mientras él sembraba las habas que estaba recogiendo. La respuesta fue interpretada como una burla por los guardias. Medir fue detenido, torturado y muerto, lo mismo que el obispo, a quien clavaron en la cabeza un clavo que se conservó entre las reliquias de la Catedral. Sant Sever se convirtió después en el abogado de los aquejados de dolor de cabeza.

Según otra creencia, el obispo Sever y el grupo de cristianos que le acompañaba siguieron camino hacia Sant Cugat y se refugiaron en un zarzal que escondió sus pinchos y aristas para no dañar a aquellos creyentes. Después de que fueran descubiertos, apresados y muertos, nunca más volvió a mostrar sus espinas en señal de luto, lo mismo que sus descendientes, que se conservaban en el jardín de Cal Savi en Sant Cugat. Sant Sever y Sant Medir fueron Santificados como mártires, y la masía del segundo, donde se produjo el milagro de las habas, fue convertida en ermita y dedicada a su nombre.

La tradición y el culto a Sant Medir perdieron fuerza con los años y casi habían pasado al olvido, pero después renacieron con inusitada fuerza, y cada 3 de marzo tiene lugar la vistosa romería impulsada por decenas de «colles», principalmente de Gràcia, Sant Gervasi y Sants-Montjuïc. Según la voz popular, varios hechos históricos avalan estas celebraciones. En 1828, al urbanizarse las inmediaciones de la calle Gran de Gràcia, se instaló en el número 111 -esquina con Sant Marc- una panadería propiedad de Josep Vidal i Granés, quien se convertiría en el fundador de las «colles». El hombre no tenía buena salud, y como era ferviente devoto de Sant Medir hizo la promesa de que, si sanaba, acudiría cada 3 de marzo (festividad del Santo) en romería y a caballo hasta la ermita de la sierra de Collserola. En 1830 mejoró e inició la que sería su primera peregrinación. En los años siguientes le acompañaron familiares y amigos hasta que se formó la primera «colla», después siguieron otras hasta el punto de que el Diari de Barcelona informó el 4 de marzo de 1853 de la importancia que adquiría la fiesta y su capacidad de convocatoria, con la participación de más de 300 personas. Vidal i Granés falleció en su domicilio de Gràcia en 1856, y les «colles» le rindieron homenaje el año pasado con motivo de cumplirse el 150 aniversario de la muerte del fundador.

Otra versión, menos plausible, indica que durante la guerra de los Siete Años (mediado el siglo XVIII) un caudillo carlista, fugitivo y malherido, fue a refugiarse en la ermita del santo, a quien pidió ayuda y le prometió que si se salvaba iría a visitarle cada año el día de su fiesta. El devoto se salvó, sanó de sus heridas y cumplió su promesa. Para honrar más y mejor al Santo, cada año se presentaba acompañado de un mayor número de amigos.De este modo, el encuentro se restableció, o tal vez se organizó, puesto que no se han encontrado datos que documenten el culto ostentoso y popular a Sant Medir.

En 1926 se formó la primera federación de «colles», después siguió un periodo de escasa o nula actividad, y, en 1951, volvieron a reagruparse para impulsar de nuevo la fiesta, muy menguada a causa de la Guerra Civil. Entre los romeros más veteranos -Duaso, Palau, Milà, Artigas y Soriano- salió la iniciativa de que volvieran a federarse para conseguir mayor fuerza y capacidad para mantener la tradicional romería. Hasta entonces, cada «colla» celebraba el día de Sant Medir a su aire, sin horario fijo para el desfile por Gran de Gràcia. Actualmente desfilan todas por las calles del barrio entre el griterío de miles de vecinos, grandes y pequeños, que se apiñan para presenciar la cabalgata y recoger, en lugar de las históricas habas, los caramelos de Sant Medir.

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