Tuvieron que pasar 151 largos días para que Eto'o volviera a formar en el once de Frank Rijkaard. Ayer, el delantero regresó para demostrar que está plenamente recuperado de la rotura del menisco de su rodilla derecha que se produjo en Bremen y para demostrar que el triste Barça que se ha podido ver en los últimos meses no está tan lejos del que el año pasado ganó Liga y Champions con un fútbol de salón. Al campeón le faltaba, simplemente, su matador.
Tras la controversia que creó negándose a jugar unos minutos ante el Racing y sus posteriores declaraciones sobre Rijkaard y Ronaldinho, el público le dispensó una acogida tibia. En pocos minutos, sin embargo, el camerunés se los metió en el bolsillo.Nada más iniciarse el partido, un desmarque del camerunés permitió ver que su velocidad punta sigue siendo la de siempre, la que le sitúa varios peldaños por encima de Gudjohnsen o Saviola.
A los 22 minutos, su mera presencia pareció forzar el fallo de Amorebieta, que convirtió en autogol una asistencia de Giuly al Pichichi de la última Liga. Sólo siete minutos después, demostró que se sigue entendiendo como siempre lo hizo con Ronaldinho: lanzó un desmarque al corazón del área, y amortiguó con el interior el envío del brasileño dejándolo franco para el gol de Xavi.Lo mejor estaba por llegar: en el minuto 40 ganó la espalda a la defensa bilbaína y se encontró de nuevo con un dulce de Ronaldinho.Solo ante Aranzubia, le batió con la izquierda por bajo. Su celebración dejó una imagen: el primero en llegar al banderín de córner fue el brasileño; la dedicatoria, sin embargo, fue para el doctor Pruna, que no entendió los gestos del camerunés y salió disparado temiéndose una recaída.
Poco le quedaba por hacer. Al ser sustituido en el minuto 67 por Messi, abrazó a Rijkaard. El campeón ha vuelto. / ALBERT MARTIN
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