Más de 68.000 espectadores sonrieron a la vez. Miraban la estampa de un melenudo moreno que acababa de quitarse la camiseta para dársela a Yeste y exhibía su torso desnudo sin a penas reprimir la sonrisa. Coqueto, se bajó los pantalones unos centímetros para que no cupiera duda, para demostrar que las feijoadas de Doña Miguelina le sientan muy bien. La única curva visible en su musculado abdomen era la de la felicidad, la felicidad del Camp Nou.
La imagen cerró un partido perfecto, una experiencia sensorial que sació a los barcelonistas más exigentes y más descreídos, y que debió aflojar los intestinos de los directos rivales del equipo azulgrana. Por encima de todo, y como en los buenos viejos tiempos, dos protagonistas, ambos negros, y ambos extremadamente competitivos.
La lucha por un aplauso, por una portada, tiene estas cosas.Samuel Eto'o, el pater familiae, consiguió con su sola presencia que el Barça se volviera a parecer al de las últimas dos temporadas.Además de su gol y su asistencia, lideró la presión, empujó al equipo y en sólo 68 minutos fue el gran protagonista de un plácido y espectacular triunfo.
Con los puntos en el saco, llegó el turno de Ronaldinho. El brasileño no sale de su asombro: parece que ya no se le idolatre, que no esté completando su temporada más goleadora, que sea un cualquiera.Ya se le mira hasta la tripa, se dice que se ha entregado al plácido retiro de la hamburguesa, que no encara a sus rivales, que sólo anota a balón parado.
Y como en estos casos suele pasar, pagaron justos por pecadores.El bueno de Expósito, que el año pasado en idéntico escenario fue escupido por Eto'o, vivió un auténtico calvario en la última media hora de partido.
La obra maestra del crack llegó en el minuto 59. Recibió pegado a la banda y superó a Sarriegi elevándole suavemente el balón por encima. Aceleró hacia el interior del área, donde le esperaban Expósito e Iraola. Amagó con superar al primero por la línea de fondo, pero se frenó en seco y le rompió la cintura justo antes de colarse entre ambos en un gesto técnico maravilloso.Ya en el área pequeña y ante la llegada de Sarriegi, remató por alto un balón que, si no lo evitan entre Aranzubia y el larguero, se habría convertido en su mejor tanto como barcelonista. La acción será recordada como la enésima maravilla de Ronaldinho.
Después llegó una falta que se estrelló en el travesaño, dos mano a mano con el portero que Aranzubia sacó y un festival de gestos técnicos que le valieron una severa amenaza por parte de Expósito y que hicieron temer que Ronaldinho acabaría con la tibia hecha trizas. La cosa no fue a más, y la grada pudo desgañitarse coreando el nombre de su cheerleader favorito.
Tras el partido el astro presumió de barriga y de buen humor.«No tengo por qué esconder mi cuerpo. Estos días iba a los sitios y me hablaban de mi barriga, yo me miraba en todos los espejos.Dijeron algo que no era verdad, pero me ha servido de motivación para mostrar que estoy bien, más en forma que nunca», manifestó.
El brasileño tuvo también palabras de elogio para Eto'o. «Es importantísimo, una referencia. Es muy fácil jugar con él, nos conocemos con sólo mirarnos», explicó. Rijkaard, el otro gran damnificado por la verborrea del camerunés, tampoco escatimó elogios para su díscolo discípulo. «Nos aporta mucha profundidad.Su forma de jugar atrae más la defensa de los defensores, y eso facilita las cosas a otros jugadores», afirmó el técnico.
Todos en el Camp Nou se quieren, se miman y se abrazan. La gente sonríe, el sol se alza a las diez y media de la noche. Es el Barça, ha vuelto.