JULIO MIRAVALLS
Entre 2030 y 2040 la Humanidad alcanzará los 9.000 millones, según estimación de los expertos en demografía que, como los expertos medioambientales, prevén el futuro manejando la incertidumbre con complejas proyecciones de ordenador. Ayer a mediodía los humanos éramos 6.578.577.547, según la exacta cifra que en cada momento se puede ver en la oficina del censo de EEUU (http//: www.cesus.gov/ipc/www/pop
clokworld.html). Se trata de un cálculo instantáneo, basado en estadísticas, con una progresión (ayer) de 147 personas por minuto. Si el ritmo fuera inalterable, mi ordenador me dice que se llegará a los 9.000 millones en junio de 2038.
Importa tanto el número de habitantes del planeta como su distribución geopolítica. La España de los 60 llegó con gran júbilo a los 30 millones y la cifra permaneció estable bastante tiempo, quizás porque la natalidad fue compensada por los millones de españoles que emigraron. Ahora el flujo se ha invertido. Según las bases de datos de EEUU, España tendría 40,4 millones de habitantes, pero el INE calcula 44,4 millones. Y eso, con una tasa de natalidad inferior al 1,1, cuando es preciso el 2,1 para que crezca la población. Es decir, sólo en el caso español se ha producido un desajuste demográfico del 10% en un periodo mínimo.
El medio ambiente depende del consumo de recursos per capita, que es asunto más complicado que la mera cuestión del desarrollo de los países emergentes. Occidente es el planeta consumo y, aunque sea en posición de notoria inferioridad, los que logran llegar de fuera se convierten en consumistas. En 1798, en su Ensayo sobre el principio de la población, Thomas Malthus (al que hoy tacharíamos de nazi, aunque fue inspirador para Darwin), proponía aislar en las peores condiciones a los pobres, para que vivieran menos y consumieran menos. Esa idea malvada no se cumple porque los inmigrantes, incluso sin papeles, se meten en la rueda económica y su actividad redunda automáticamente en el uso de combustibles, artefactos y envases. Según el doctor Amable Liñán, «el petróleo y el gas natural se acabarán dentro de 50 años si la población consume energía al mismo ritmo que hasta ahora». Pero, por otra parte, políticos y economistas nos advierten de que poblaciones envejecidas como la española (casi 40 años de media, otra vez según datos de EEUU) necesitan más inmigración para sostener el ritmo de crecimiento, porque el modelo social occidental padece un fatal desequilibrio por la demografía. Si se corta la tendencia migratoria en seco, la catástrofe es segura. La inercia del desarrollo no admite frenazo y marcha atrás.
Es más complicado que el viejo problema de los zorros que prosperan comiendo conejos; hasta que son tantos, que se zampan a todos los conejos sin dejarles multiplicarse, se cargan su ecosistema y ellos mismos terminan muriendo de hambre. Se extinguen. Equilibrio demográfico y medioambiental tienen que ver entre sí mucho más de lo que parece.
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