Lunes, 26 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6280.
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El legado del 'abuelo Munster'
Elías Querejeta persigue en el documental 'Goodbye America' el fantasma del actor, activista político y locutor Al Lewis
BORJA HERMOSO

MADRID.- Muy pocos, apenas el inevitable puñado de fans recalcitrantes, reaccionarán al pronunciarse el nombre de Al Lewis. Pero serían legión los aficionados a las viejas series de televisión americanas que, al verle la cara y los gestos, entornarían los ojos y susurrarían: «Pues claro... el abuelo de Los Munster».

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No dice gran cosa el nombre Al Lewis porque jamás se aupó al estrellato del mundo del cine y la televisión, pero aquel rostro blancuzco y mortecino, aquella sonrisa llena de sorna y aquella figura oronda y feliz en medio de la tenebrosa e hilarante alegría de vivir de aquella pandilla de monstruos alegraron muchas noches de muchas casas, como piedra angular de una de las comedias de situación más brillantes de la historia del cátodo.

Ahora, para que no haya dudas al respecto, llega a las pantallas el próximo viernes la película Goodbye America, una producción de Elías Querejeta dirigida por el brasileño Sergio Oksman, con guión de ambos y de Carlos Muguiro. El documental se adentra en la insospechada biografía de este juglar del cine y de la televisión, radiofonista y activista político de la izquierda estadounidense que empezó como clown de circo y acabó convertido en el personaje más querido de los 72 episodios de la inolvidable serie The Munsters.

Elías Querejeta y Sergio Oksman se encontraron con Al Lewis casi de casualidad. El proyecto inicial del productor español era un documental sobre la célebre Pacífica Radio, la emisora contestataria nacida en 1949 en la Universidad de Berkeley como reacción a los horrores de la II Guerra Mundial y la actitud expansionista de EEUU. Pero allí, Querejeta y Oksman dieron con Grandpa Munster, Al Lewis, que era uno de los colaboradores habituales de la cadena.

«Tenía tanta fuerza y tanta dimensión el personaje, que todo el proyecto quedó eclipsado por él y por su memoria prodigiosa, así que cambiamos sobre la marcha, porque me pareció mucho más interesante», explica Elías Querejeta desde Pamplona, donde la película ha sido proyectada este fin de semana en el marco del festival de documentales Punto de Vista.

En efecto, la memoria de Al Lewis era prodigiosa. Tenía 93 años cuando Sergio Oksman plantó su cámara delante de él por vez primera, en 2003. Enseguida el director se dio cuenta de que estaba ante un libro abierto sobre la Historia moderna de Estados Unidos y, a la vez, ante un anciano imparable que se acordaba de todo, absolutamente de todo: «Soy afortunado, conservo la memoria... lo peor para mí sería volverme senil, prefiero morirme un día así, plaf, de repente», le cuenta a su maquillador mientras éste le convierte una vez más en el Abuelo Munster antes de salir a escena. Luego, mientras se mira en el espejo, susurra: «Empiezo a parecer un viejo buque de guerra marchito».

Derecho a discrepar

Al Lewis desgrana durante cerca de hora y media sus visiones acerca de la vida y su país, y mientras el documental muestra imágenes del 11-S él se hace las preguntas más incómodas: «Hoy en día, ¿dónde está en mi país el derecho a discrepar? Antes había que estar siempre contra los comunistas, hoy, contra los terroristas. Bien. Pues si estás contra ellos, sólo puedes decir exactamente lo que el poder quiere que digas... Si no, estás contra el poder»... Y así.

También rememora Al Lewis las frases que le decía su madre durante aquella infancia de pobreza y soledad en el barrio judío de Brownsville, en Brooklyn, y sobre todo ésta: «Mi madre me decía: 'Mira, Al, la mejor almohada para dormir es aquella que está rellena de buenos recuerdos'».

Y evoca también la miserable agresión moral ejercida por el senador McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas contra muchos amigos suyos («a mí no me llamó el Comité porque no era famoso»); y el testimonio del «miserable papanatas de Gary Cooper» ante el propio Comité; y su admiración «por los que se opusieron», como por ejemplo Hum-phrey Bogart.


Echado en una cama esperando a la muerte

Pero la parte más sobrecogedora del retrato cinematográfico, entre la realidad y la ficción, de un tipo sin par, se refiere a la postración en cama de un abuelo ácido y divertido, el propio Al Lewis, quien, puro en ristre, espera tranquilamente a la muerte. El entrañable abuelo de la familia Munster se encontró con ella en febrero de 2006, a los 96 años, apenas unas semanas después de haber rodado las últimas tomas de 'Goodbye America'. La película es, así, un emocionante epílogo para la vida de un ser muy singular.

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