TOMAS MARCO
Orquesta de Barcelona
Obras: Mestres Quadreny, Prokofiev y Falla./ Intérpretes: Daniel Hope, violín; Marina Rodríguez Cusí, mezzo; Orquesta de Barcelona./ Director: Ernest Martínez Izquierdo./ Escenario: Auditorio Nacional./ Fecha: 23 de febrero.
Calificación: ***
MADRID.- La Orquestra Simfò-nica de Barcelona i Nacional de Catalunya, para los amigos la OBC ha vuelto al ciclo de la Nacional demostrando de nuevo su capacidad técnica y altura artística. A su frente, el maestro Ernest Martínez Izquierdo, que fuera su titular y lo es ahora de Pamplona, un músico de gran formación, sensible y cuidadoso que acompañó con exactitud y flexibilidad al violinista Daniel Hope, más virtuoso y brillante que hondo en el Concierto n.2 de Prokofiev.
Como cierre, la obra más programada del repertorio español, El sombrero de tres picos de Falla en su versión de ballet completo menos habitual en las orquestas que las suites. La versión fue cálida y vigorosa, con gran altura técnica no empañada por puntuales y pequeños fallos en alguna madera. Martínez Izquierdo hace una versión profunda y refinada y la orquesta le secunda perfectamente. El ritmo se mantiene siempre y el color no se empaña ni oscurece. Marina Rodríguez Cusí estuvo acertada en su breve intervención vocal.
Para la obra de Falla colaboró en su día Picasso con vestuario y decorados y de Picasso trataba la novedad que la orquesta catalana nos traía. Se trata de una pieza reciente, encargo de la OBC, de Josep María Mestres Quadreny (Manresa 1929), tal vez el más notable representante de la vanguardia catalana clásica. Mestres ha titulado a su obra Les demoiselles d'Avignon, como la obra maestra de Picasso que hizo estallar el cubismo. Con notable conocimiento y acierto realiza una aproximación al cubismo sonoro pero desde la perspectiva de hoy. Líneas melódicas como las del trazo del dibujo picassiano, volúmenes y planos que se entrecruzan y se imbrican, todo un trasunto sonoro de una técnica plástica histórica en la que Mestres llega a citar como un guiño a Stravinsky.
Se plantean, claro, las diferencias de recepción de pintura y música pero también su colaboración que casi siempre resulta fructífera y lo es aquí. No se trata de un pastiche sino de un cubismo no historicista visto por un músico que también ha tratado musical y personalmente a Tàpies. Un guiño a través de casi cien años de experimentación.
No pretende la obra tener el perfil único y la personalidad del cuadro picassiano. Nos encontramos ante una obra de Mestres y como tal hay que escucharla y aprovecharla, pero de un Mestres que desde su madurez absoluta mira hacia las vanguardias de principios del XX con la convicción de quien sabe que el tiempo pinta, pero también compone.
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