Pequeña Miss Sunshine, que narra las peripecias de una familia tronada que se lanza a la carretera en pos de un improbable título de miss infantil, confirmó así su irresistible ascenso en la última curva, la que les condujo ayer hasta el teatro Kodak en las colinas de Hollywood.

El laberinto del fauno se consoló al final con el Spirit a la mejor cinematografía, recogido en mano por el otro Guillermo, Navarro, en la carpa que todos los años se monta en Santa Mónica, versión playera del festival de Sundance.

La tensión escénica de los Spirit va en aumento año tras año: aquí fue donde se consumó hace dos años el banquete de Entre copas y el triunfo de Mar adentro, y donde Brokeback Mountain pudo desquitarse por anticipado en 2006 horas antes de perder la batalla del Oscar ante Crash.

Si los Oscar tienden a repartir juego, los Spirit suelen ser acaparadores, como si nadie dudara a estas alturas de que la comedia Pequeña Miss Sunshine ha sido la mejor película independiente del año (rubricada con el Spirit al mejor director, al mejor primer guión, Michael Arndt, y al mejor secundario, Alan Arkin).

La minúscula Miss Sunshine, Abigail Breslin, se quedó sin su premio alado, pero le quitó miga al asunto con su imperfecta sonrisa. El abuelo Arkin, que al fin y al cabo le enseñó todos los trucos para el pequeño gran show de su vida, fue quien se llevó a casa el Spirit.

«Si mi madre estuviera todavía viva, pensaría: '¿Va a ser mi hijo capaz de hacer algo digno, como conseguir ser profesor?'», bromeó Arkin, que interpreta en escena a un septuagenario pasadísimo y drogadicto. El veterano actor dedicó su premio a la familia: «Nunca he trabajado con un grupo más adorable», dijo.

Jonathan Dayton y Valerie Faris, una de las parejas más singulares y duraderas de Hollywood, compartieron el Spirit al mejor director y recordaron todos los pinchazos que sufrieron por el camino. «Nuestra película estaba muerta en los grandes estudios», dijo Dayton. «No creyeron en nosotros, y por eso estamos agradecidos a la gente del mundo independiente que decidió pegarse a nosotros. Espero que lo que nos ha ocurrido sirva para dar esperanza a tantos directores que tienen en mente su primera película».

Ryan Gosling, profesor con problemas, y Shareeka Epps se alzaron con los Spirit al mejor actor y actriz por Half Nelson, el drama que también dejó huella a su paso por el festival de Sundance, al igual que Quinceañera, de Richard Glatzer y Wash Westmoreland, reconocida con el premio especial John Cassavetes a la mejor película rodadada por menos de medio millón de dólares. El Spirit a la mejor película extranjera voló a Alemania con La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck, y el mejor documental, para El camino hacia Guantánamo, de Michael Winterbotton y Mat Whitecross.

En otro lugar no muy lejano de Hollywood, y en ausencia premeditada de los galardonados, se entregaron este fin de semana los Razzie, o los anti Oscar. La gran triunfadora (o perdedora de este año, según se mire) no fue otra que Sharon Stone, con cuatro razzies para Instinto básico 2: peor película del año, peor actriz, peor guión y peor precuela (o secuela hacia atrás). La falta de originalidad y de carga erótica fueron los atributos básicos que hundieron hasta lo más bajo a Sharon Stone, que no ha ido mucho más allá desde aquel proverbial cruce de piernas en 1992.

El razzie al peor director fue para M. Night Shyamalan, ahogado con La joven del agua. Los hermanos Wayans, codirectores de la olvidable Little man, y Robin Williams, con la road movie RV, recibieron también sus razzies por intentar subirse, tan torpemente, a la furgoneta vencedora de Pequeña Miss Sunshine.