No hay manera de que el Celta gane un partido en Balaídos y la afición ya está harta. La amenaza de la destitución se agiganta cada semana en torno a Fernando Vázquez, que sobrevive gracias a los triunfos de su equipo fuera de casa. El descenso sigue acechando a un equipo que se mantiene vivo en la Copa de la UEFA.
El Celta no tiene una alegría ni poniéndose con un 2-0 a favor a la media hora de juego. El brasileño Baiano, al transformar un penalti, y uno de los últimos fichajes, Bamogo, parecieron sentenciar el encuentro. Pero los vigueses se durmieron en los laureles, se dejaron comer el terreno y acabaron cediendo un empate que no les saca de pobres.
Munitis, uno de los más activos, acortó distancias, y a escasos 10 minutos para el final del encuentro, Cristián Alvarez transformó una pena máxima y sembró el desconcierto en la grada. Los abucheos al equipo volvieron a un estadio que sólo ha visto un triunfo de su Celta.
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