Con el silbido final, Ronaldinho, sólo dos días después de convertirse en el centro de una polémica sobre su supuesto sobrepeso, quiso cerrar el debate sobre su estado de forma. Como hace cada partido, entregó la camiseta a un rival -ayer fue Yeste- y sin a penas poder reprimir una sonrisa, mostró su abdomen. Para que no quedaran dudas, y en un acto tan exhibicionista como su propio fútbol, se bajó los pantalones unos centímetros para presumir de abdominales. «No tengo por qué esconder mi cuerpo. Estos días iba a los sitios y me hablaban de mi barriga, yo me miraba en los espejos. Dijeron algo que no era verdad, pero me ha servido de motivación para mostrar que estoy bien, más en forma que nunca», manifestó el brasileño tras rubricó un excelente partido.
Antes del inicio del encuentro existían dudas sobre su compromiso con el equipo, sobre su apatía a la hora de encarar a los rivales, e incluso sobre su estado físico. Pero lo cierto es que Ronaldinho gozó con el regreso de Eto'o de más espacios y de un perfecto intérprete de sus envíos. El brasileño se dedicó a cerrar bocas. Inició la jugada del segundo gol, sirvió el tercero a Eto'o y firmó un segundo tiempo memorable. Su obra maestra llegó en el minuto 59. Recibió pegado a la banda y superó a Sarriegi elevándole suavemente el balón por encima. Aceleró hacia el interior del área, donde le esperaban Expósito e Iraola. Amagó con superarles por la línea de fondo, se frenó y se coló entre ambos en un gesto técnico maravilloso. Ante la llegada de Sarriegi, remató por alto un balón que, si no lo evitan entre Aranzubia y el larguero, se habría convertido en su mejor gol como barcelonista. Poco después falló un mano a mano con el portero vasco tras una asistencia de Iniesta, y más tarde envió un lanzamiento de falta al larguero. Aranzubia culminó la proeza de dejar al brasileño sin marcar. / ALBERT MARTIN
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