En el reciente All Star disputado en Las Vegas, Scottie Pippen dio la sorpresa al anunciar su intención de regresar a las canchas para el tramo final de la presente temporada. «Creo que podría volver de cara a los playoffs y ayudar a un equipo que aspire al anillo», dijo el ex astro de los Chicago Bulls ante un atónito grupo de reporteros. «Lo he estado meditando en los tres últimos meses y creo que ésta es la plataforma perfecta para anunciarlo. Conservo talento y conocimiento».
Pippen, de 41 años y retirado desde hace dos y medio de la NBA, se mantiene en un buen estado físico desde su adiós en octubre de 2004. Las lesiones de rodilla sólo le permitieron jugar 23 partidos en su última campaña en Chicago. En sus -por ahora- 17 años de profesional jugó en tres equipos (Chicago en dos etapas, Houston y Portland), y sumó seis campeonatos, siete presencias en el All Star y dos medallas de oro olímpicas. Es considerado por la NBA uno de los mejores 50 jugadores de su historia. «No sé en qué está pensando Scottie, pero es una muy mala idea», dijo su ex compañero en los Rockets y actual analista televisivo, Charles Barkley, quien siempre ha destacado por su extrema sinceridad. «Dice que se siente bien, pero eso es porque lleva dos años sin hacer nada. Cuando se ponga a correr por la cancha, no se sentirá tan bien. Si te retiras porque ya no puedes jugar, no vas a mejorar con el tiempo».
Pero la voz discordante de El Gordo parece pesar menos en la mente de Pippen que los halagos de la siguiente generación de jugadores, encabezada por Kobe Bryant, que ha recibido con ilusión la posibilidad del regreso del mítico 33: «Nos ayudaría mucho con su experiencia. Cuando se entrenó con nosotros en verano, parecía estar en gran forma, como si nunca se hubiera ido. Me encantaría jugar con él». En los Lakers, Pippen se reuniría con su ex técnico en Chicago, Phil Jackson.
También se aduce a un interés de Cleveland, donde podría emparejarse con Lebron James, o de Miami, junto a Shaquille O'Neal y Dwyane Wade, el nativo de Chicago que sopesaba así la posibilidad de vestirse de corto junto a un ídolo: «De pequeño jugaba a los videojuegos y salía él, con Shaq y Payton, con los que ya estoy. Sería de locos, como un sueño».
Pero es junto a Jackson con el que Pippen consiguió sus seis anillos de campeón y con quien se sentiría más cómodo. Su deseo expreso de ganar un nuevo campeonato esconde entre líneas otra ambición, mucho más honda, oscura y tenaz: la de superar a su ex compañero, el intocable Michael Jordan, por una vez en la vida.
Documentada ha sido la gran rivalidad existente desde siempre entre Jordan y Pippen, una de las parejas más exitosas de la historia del deporte a pesar de su relación de amor-odio. Aunque de puertas afuera siempre se proyectaron como amigos y cómplices, la competitividad entre ambos fue creciendo con el tiempo, hasta el punto que, una vez retirados, pocas veces se han cruzado la palabra. Pippen ejerce ahora como analista televisivo y Jordan es copropietario de una franquicia de la NBA.
Nada daría más placer al ex alero que, a sus 41 años, ahuyentar definitivamente todos sus fantasmas con un doblete consistente en rebasar a Jordan en el palmarés y triunfar donde Jordan falló anteriormente: en un regreso triunfal a las canchas. Así, Pippen parece estar forzando un sueño que, como el de Wade, se antoja de otra época. «Mi rodilla se encuentra bien. Veo mi físico, delgado, fibrado y flexible, un poco como el de Abdul Jabbar o Robert Parish, que jugaron hasta pasados los 40 años. Sigo siendo rápido y, cuando veo a tanto joven incapaz de dirigir un ataque, me dan ganas de salir. Me da la impresión de que podría echar una mano», insistió en Las Vegas, obviando que tanto Jabbar como Parish eran pívots, una posición que se presta más a la longevidad que la suya.
«Creo que la gente me quiere tanto como a Michael. Los aficionados que entienden de baloncesto, los managers, los técnicos... preferirían a un Scottie por encima de un Michael, porque yo era un jugador completo. Hacía que los que estaban a mi alrededor jugaran mejor», argumenta Pippen.