Lunes, 26 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6280.
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El misterio de los fallidos encuentros de Zapatero y Mohamed VI
El rey alauí ha cancelado cuatro veces su cita con el presidente español
ALI LMRABET. Corresponsal

RABAT.- Tenía que haber sido uno de esos viajes especiales y personales del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. No se trataba de bajarse al moro, como dice la expresión, sino de viajar a Rabat para afianzar las relaciones con Marruecos y afirmar ante la opinión pública española, reacia y circunspecta hacia el vecino del sur, la buena marcha de lo que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega calificó una vez como «alianza estratégica». Pero las cosas no salieron como se esperaba. Desde agosto del año pasado, Mohamed VI aún no ha podido encontrar un minúsculo hueco en su real agenda para recibir al aliado estratégico español.

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De momento, para lo que sí hay fecha es para la octava reunión de alto nivel que se celebrará los próximos 5 y 6 de marzo en Marruecos bajo la presidencia de los jefes de Gobierno de ambos países, Dris Yetú y Zapatero, aunque aún está por determinar en qué ciudad se celebrará. El anterior encuentro de estas características se celebró el 29 y el 30 de septiembre de 2005 en Córdoba y Sevilla y estuvo marcado por los asaltos masivos de subsaharianos a las vallas de Ceuta y Melilla.

«Algo va mal», dicen tanto en Rabat como en Madrid los escrutadores de las siempre complicadas relaciones hispano-marroquíes. «Si el rey no ve a Zapatero no es que no pueda, es que no quiere», recalca un ex diplomático marroquí reconvertido en jubilado de la Costa del Sol.

«Postergar cuatro veces un encuentro con un aliado es sinónimo de querer significarle algo, transmitirle un mensaje, hacerle comprender que algo va mal sin decirlo rotundamente», afirma el ex funcionario.

Fue De la Vega quien, durante su visita de trabajo a Rabat el pasado 7 de agosto, anunció ante la plácida mirada de Yetú la visita de Zapatero a Marruecos para el 5 de septiembre. No debió hacerlo. Poco antes de final de mes, el encuentro fue desestimado por las autoridades marroquíes «por motivos de agenda» y postergado para el 14 de septiembre.

Según una fuente del Ministerio de Exteriores alauí, la declaración de De la Vega se consideró un desliz, un atropello al protocolo real. «A Mohamed VI le sentó mal que fuera una autoridad extranjera quien anunciara su encuentro con Zapatero».

Las enojadas autoridades marroquíes hubieran podido pasar página y asimilar que los gobernantes españoles, como los de otros países occidentales, no entienden de susceptibilidades orientales, pero pocos días antes del 14 de septiembre el esperado encuentro fue nuevamente cancelado por el Ejecutivo marroquí, que arguyó otra vez «motivos de agenda». Frente a la perplejidad española, la diplomacia marroquí prometió a través de la prensa cerrar rápidamente una nueva fecha «antes de final de mes».

Algún analista en Rabat pensó entonces que, además del tema remachado mil veces del protocolo, algo molestaba a los marroquíes. ¿Acaso la pretensión española de arrancarles un compromiso para la readmisión de menores y de inmigrantes de terceros países? Este tema, sin ser tabú, es a todos los efectos sensible.

Rabat estima que se la juega con su política de mano dura contra la inmigración clandestina, especialmente contra la marroquí, y no quiere conceder más favores. Si Marruecos no ha tenido ninguna sublevación popular en la década de los 90 -como ocurría muy a menudo en los 80- fue gracias a una permisiva política inmigratoria. Toda esta política, que servía también para presionar al Gobierno español y a la Unión Europea, ha dado un giro con la llegada de Zapatero a La Moncloa en 2004.

«Marruecos es un Estado policial. Puede frenar cuando se le antoje la inmigración clandestina durante un tiempo para permitir al Gobierno de Zapatero que exhiba cifras que resalten un descenso significativo de la inmigración procedente de Marruecos. Pero este periodo de pax romana no será eterno. Todo el mundo lo sabe», sentencia el ex diplomático.

Pocos días antes de finales del mes de septiembre, Rabat esgrimió otro motivo para arropar diplomáticamente la negativa alauí de recibir a Zapatero. La prensa explicó que el jefe de Gobierno no podía viajar a Marruecos en medio del desmantelamiento de una célula terrorista islamista y del cese de varios responsables de la seguridad.

En realidad, eran todos absurdos pretextos, ya que el Estado marroquí siempre se jactó de poder funcionar normalmente en momentos de grandes crisis, y es obvio que el descubrimiento del enésimo grupo terrorista y la destitución de varios responsables corruptos no tambalean nunca la estabilidad de un Estado. Tampoco la excusa de la llegada del mes de Ramadán era creíble. Si, efectivamente, el Ramadán es un mes de ayuno y de reflexión para todos los musulmanes, nada impide que se reciba a huéspedes extranjeros durante ese periodo.

Algo iba mal en las «fluidas y espléndidas» relaciones hispano-marroquíes, como las definió De la Vega a finales de agosto. ¿Pero qué? Los intentos de la diplomacia española de descubrirlo no parecen haber tenido éxito. El secretario de Estado de Exteriores, Bernardino León, convertido en amigo del ministro marroquí de Asuntos Extranjeros, Mohamed Benaisa, por la magia de la diplomacia (gracias a sus reiteradas visitas personales al Festival de Asilah), se entrevistó hace poco con Taieb El Fasi, ministro delegado de Exteriores, considerado el malo de la película cuando se trata de España.

Un periodista marroquí cercano al entorno de El Fasi (que es el auténtico jefe de la diplomacia marroquí) piensa que León viajó para mendigar explicaciones acerca del tratado de pesca entre Marruecos y la UE, que lleva mes y medio pendiente de la firma de Mohamed VI.

Esta original huelga de la firma acredita que la negativa de Mohamed VI a recibir a Zapatero nada tiene que ver con la agenda real, con la lucha contra el terrorismo o con el Ramadán. El rey quiere decir algo sin decirlo claramente, y ése algo es indudablemente el Sáhara. Además de no gustarle la insistencia española en defender el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, Rabat reprocha a Madrid su escaso empeño en defender el plan de autonomía que será presentado en la ONU el próximo mes de abril.

Aunque desde 2004 la diplomacia española se ha vuelto discretamente comprensiva hacia las tesis marroquíes (por ejemplo, se abstiene en los votos de la ONU que puedan poner en apuros a Rabat), Marruecos quiere que España se implique más. Desean que los españoles hagan como los franceses y que defiendan como si fuera suyo el plan de autonomía. Después del mediático viaje a París de una delegación marroquí para presentar al presidente Jacques Chirac el plan de autonomía, la comitiva se trasladó a Madrid para comprobar las intenciones españolas. La presencia en la delegación de las dos cabezas visibles del Gobierno, el ministro delegado de Interior, Fuad Alí El Himma, y su homólogo de Exteriores, Taieb El Fasi, que responden únicamente ante el rey, certifica su importancia. España está ya advertida.

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