Tienen nombre de personaje de cómic, pero si se hubiera dibujado y escrito el suyo, debería titularse La venganza canina. Guille y Mafalda son los protagonistas de esta historia triste que sólo permite sonreír al final. Cuando la mala que es causa de todas sus desgracias recibe el merecido castigo: una condena judicial por haberlos abandonado.
Porque Guille y Mafalda son dos perros. Y la mala es su ex dueña, una mujer que los dejó sin alimento ni cuidado alguno durante dos meses en un piso que tenía alquilado en el Paseo de las Delicias. ¡60 días! de huelga de hambre forzosa, el infierno de los dos animalitos, por los que ahora ella debe pagar una multa de 360 euros.
Justicia canina que dicta la titular humana del Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid en forma de condena por una falta de abandono de animales tipificada en el artículo 631,2 del Código Penal. La declarada culpable ni siquiera se presentó al juicio que se celebró el pasado 6 de febrero, aunque el fallo se conoció ayer.
Lo difundieron los denunciantes, la asociación El Refugio, a cuyos miembros deben Guille y Mafalda la recuperación de la salud, la libertad y el bienestar del que ahora disfrutan en sendos hogares. Bueno, a El Refugio y a los vecinos y el conserje que tenían los dos perros en el Paseo de las Delicias, que denunciaron y después declararon para demostrar el abandono del que fueron víctimas ambos animales.
Cómo sería que cuando los agentes de policía abrieron la puerta del piso, el hedor los empujó hacia atrás. Había heces y orín por toda la casa, en realidad, rastros de las necesidades fisiológicas satisfechas por quienes habían sido encerrados.
Llegaron con la mujer denunciada cuando ella se mudó. Pero al poco tiempo desapareció, no se la volvió a ver por el edificio, según han declarado los testigos durante el proceso. Allí se quedaron los dos perros, un setter irlandés, macho, de aproximadamente siete meses de edad entonces y de color fuego, y una hembra de pointer, de aproximadamente seis meses de edad, color marrón y blanco. Al principio, con fuerzas para ladrar, para reclamar alimento y paseo a su manera. Ladraron y ladraron hasta que la inanición les dejó sin voz. Fue lo que alertó al vecindario de que ocurría algo extraño en esa casa y provocó que denunciaran sus sospechas a la asociación El Refugio.
Pero, además, algunos se movilizaron para procurarles alimento. Como el que vivía pared con pared, que, según contó en el juicio, llegó a ir a una ferretería a comprar un palo de cuatro metros de largo para construirse un sistema que hiciera llegar agua y comida a los perros. En un extremo ató dos cubos de plástico y desde el balcón de al lado les acercaba el alimento. Todo procedente de un bar cercano que conservaba las sobras de cada día hasta que los vecinos de Guille y Mafalda y el conserje de su edificio se pasaban a por ellas.
Ésa fue su dieta mientras El Refugio se movilizaba para poder entrar en el piso. El rescate se produjo el pasado 29 de octubre. «Los dos perros se encontraban en un estado deplorable, la casa estaba destrozada y ellos tenían síntomas de desnutrición. Tenían pulgas, que ya habían pasado incluso a la casa de al lado», recordaba ayer el presidente de esta asociación Nacho Paunero, muy satisfecho con la condena.
«Lo importante no es la cuantía de la multa, sino la condena en sí. Es muy complicado demostrar un abandono y para eso es clave la denuncia y la declaración de los testigos. Por eso celebramos ésta, que sienta precedente y supone un paso adelante muy importante», subrayaba Paunero. «Esperamos que sea la primera condena de los 70 procedimientos penales, civiles y administrativos en diferentes comunidades autónomas».