Lunes, 26 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6280.
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Un millonario llamado Bill Clinton
El ex presidente de EEUU se hace de oro gracias a sus conferencias y a las bajadas de impuestos de Bush
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- Según la mitología del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), cuando Joseph Stiglitz hizo allí el doctorado, en los años 60, tuvo que firmar un documento en el que se comprometía, entre otras cosas, a no dormir en su despacho y a ducharse. Stiglitz tenía la costumbre de pasarse literalmente todo el tiempo trabajando en su tesis. Dormía allí y, a medida que pasaban los días, metía la ropa usada en una bolsa de deporte. Cada semana, pasaba por una lavandería, recogía las prendas que había dejado siete días antes y dejaba la bolsa con la ropa sucia. Después, se iba al gimnasio del MIT y se daba una ducha. Y vuelta a empezar el ciclo.

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Gracias a tan peculiares técnicas de estudio e higiene personal, Stiglitz logró su doctorado y, en 2001, el Nobel de Economía. Hoy, cobra entre 30.000 y 45.000 euros por dar una conferencia -avión y hotel aparte-, aunque eso se debe a la popularidad que ha adquirido por sus diatribas contra el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Tesoro de EEUU y en general todas las instituciones que dirigen la economía mundial, y no al estudio de la asimetría de la información en el mercado, que es por lo que ganó el Nobel.

Justo mientras el MIT educaba a Stiglitz en las virtudes de las derivadas, las matrices y las duchas, un contemporáneo suyo llamado Bill Clinton se licenciaba en Georgetown y en Oxford, entraba en la secta masónica Orden de DeMolay y fumaba algunos porros («aunque no inhalé el humo»). La carrera de Clinton parecía menos prometedora, pero más higiénica.

Sin embargo, tres décadas después, el ex presidente ha ganado a Stiglitz. Hoy, Clinton cobra entre 150.000 y 237.750 dólares por conferencia. Es decir, de 114.000 a 180.000 euros. En un solo día en Canadá, el año pasado, se levantó 365.000 euros. Más del doble de lo que cobraba en un año cuando era jefe del Estado de la primera potencia mundial.

Sólo por hablar

Así es cómo Clinton, que dejó la Casa Blanca debiendo alrededor de 4,4 millones de euros (de los que casi un millón procedía de la hipoteca que contrajo para comprar su casa en Chapaqqua, en Nueva York), ha ganado cerca de 30,4 millones de euros desde que es un ciudadano privado. Y sólo por hablar. Los derechos de autor de su autobiografía My Life (Mi vida) quedan fuera de ese cómputo. Clinton percibió otros nueve millones de euros de la editorial Random House como anticipo por ese libro. Fue la cifra más alta jamás pagada a ningún autor hasta que en mayo pasado la estrella de la televisión Oprah Winfrey batió ese récord con un acuerdo para publicar un volumen más interesante todavía: una guía para adelgazar.

Como si fuera un miembro de los Rolling Stones, Clinton sigue ganando por sus apariciones en directo aunque no haya hecho nada nuevo en los últimos años. De hecho, 2006 fue excelente para su cartera. Según el diario The Washington Post, Clinton ganó entre 9 y 10 millones de dólares (de 6,8 a 7,6 millones de euros) en conferencias.

Fue el mejor año desde que dejó la Casa Blanca. Aunque la cifra podría haber sido mucho mayor. De hecho, Clinton participó en nada menos que 352 actos públicos y sus ingresos totales netos podrían haber alcanzado casi 40 millones de euros. Sin embargo, el 80% de esa cifra se va a su Fundación William J. Clinton, dedicada a la ayuda al desarrollo, la resolución de conflictos y el fomento de la educación (y, según algunos de sus críticos, a que algún día se parezca aún más a Stiglitz y le den el Nobel, aunque en su caso el de la Paz).

Son cifras que muy pocos alcanzan. Si se compara lo que Clinton gana con la lista de celebridades mejor pagadas que elabora la revista de información económica Forbes, resulta que el ex presidente de EEUU tiene más ingresos que, por ejemplo, Madonna, Tom Cruise, Brad Pitt, Elton John o Johnny Depp. Sólo le supera gente como el piloto de Fórmula 1 Michael Schumacher, el golfista Tiger Woods, el actor Mel Gibson, los directores de cine George Lucas y Steven Spielberg y, por supuesto, Oprah Winfrey.

Así que Clinton es millonario. ¿Cuánto? Eso es imposible saberlo. La información que su mujer, Hillary, da al Senado, indica que sus activos valen entre ocho y 40 millones de euros. Pero normalmente las cifras que dan los legisladores estadounidenses son intencionadamente ambiguas y reducen el valor real de su patrimonio. En cualquier caso, la riqueza de Hillary Clinton es cualquier cosa menos excepcional. Según los datos oficiales, el 40% de los miembros de esa cámara son millonarios, frente al 8,9% de la población estadounidense.

Tradicionalmente, los legisladores más ricos han sido demócratas, a pesar de que ese partido prefiere aumentar la presión fiscal sobre las rentas más altas. Y el actual Senado no es una excepción. Los tres miembros con un patrimonio mayor son demócratas: el candidato a la presidencia en 2004, John Kerry, y sus compañeros Herb Kohl y John Rockefeller.

Sus fortunas mínimas oscilan entre los 63 y los 126 millones de dólares. Claro que, al margen del dinero heredado (como Rockefeller y Kohl) o cazado matrimonialmente (como Kerry), sus señorías tienen otros medios para enriquecerse. Por ejemplo, según un estudio del profesor de la Universidad de Georgia, Alan Ziobrowski, las inversiones en bolsa de los senadores mejoran en un 12% la media del mercado. El hecho de que el 75% de ellos posean títulos de acciones de empresas pertenecientes a sectores acerca de los que legislan habitualmente puede tener algo que ver en esa genialidad para invertir en bolsa.

Entretanto, Clinton no puede sino reírse. Porque él, que subió los impuestos a las rentas más altas, se ha visto espectacularmente favorecido por las enormes rebajas de la presión fiscal a los grupos más favorecidos llevada a cabo por la Administración Bush y que Stiglitz -otro gran beneficiario de esa política- ha calificado de «indecentes». Como dijo el ex presidente el pasado otoño en Kentucky: «Nunca tuve una perra a mi nombre hasta que llegué a la Casa Blanca. Y ahora soy un millonario y la persona más favorecida por los republicanos de Washington. Cada año me bajan los impuestos».

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