Lunes, 26 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6280.
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Menos uno
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

Más de cien mil personas según los organizadores, poco menos de cien mil según la Delegación del Gobierno (que por lo visto suma mejor en las concentraciones que en las manifestaciones, quizás porque la foto no se mueve), asistieron a la última gran movilización de las víctimas del terrorismo contra esa política del Gobierno con respecto a ETA a la que sería groseramente injusto calificar de antiterrorista. Con toda la balumba desinformadora del zapaterismo; con toda la bilis del polanquismo vertida contra Alcaraz; con toda la cobardía calculada de los sorayos y genoveses de alquiler, dispuestos a abjurar de la compañía más digna a que puede aspirar un partido político español, que es la de las víctimas del terrorismo; con todo en contra, empezando por la manifestación de millón y medio de personas celebrada en Madrid sólo dos semanas antes, con todo y pese a todo, cien mil personas llenaron la Plaza de Colón y las calles adyacentes para apoyar a las víctimas del asesino favorito del Gobierno, el dietista y modelo fotográfico De Juana Chaos, veinticinco cadáveres en su cuenta y la costumbre de burlarse de las víctimas de la ETA, suyas o de cualquier otro matarife con ínfulas de euskorredentor. Se dice pronto, cien mil personas, un sábado a las cinco, y en Madrid.

Pero ahí estaban. La cheka gubernamental estaba tan convencida de que no iría nadie que no vaciló en provocar la posible reacción de la derecha sociológica y de la izquierda nacional. La derecha colaboracionista con el cambio de régimen, los sorayos, villarcitos y gallardonejos, pensó que había llegado el momento de quitarse de en medio aparatosamente para marcar distancias con la AVT, tan poco centrista. Así, mientras el discurso de las víctimas se hacía en Colón más desgarrador, más emotivo, más valioso y valeroso que nunca, el alcalde de Madrid se retiraba a Segovia para no contaminarse. El aspirante a heredar un partido a cuyos votantes desprecia más que ellos a él, aprovechó la ausencia de Rajoy, que estaba en el entierro de la soldado muerta en la guerra de Afganistán, para marcar presidenciales distancias con el núcleo duro, o sea, diamantino e insobornable del partido, que estaba casi en pleno: Esperanza Aguirre, Acebes, Jaime Mayor, María San Gil, Ana Pastor, Astarloa... y Alvarez del Manzano. Había tantos que no se echaba en falta a nadie, porque además esta vez no era una gran manifestación preparada cuidadosamente por el PP, sino una concentración convocada por sorpresa por la AVT. Podía faltar cualquiera sin que se notase. Cualquiera menos uno: Gallardón. Al largarse tan ostensiblemente, el alcalde demostró que su compromiso con las víctimas del terrorismo, del 11-M o ETA, está muy, muy matizado por el afán de Poder. Pero cien mil menos uno, si el uno es Gallardón, son más de cien mil. Es la causa sin la traición.

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