Ryoki Inoué cambia cada seis meses el teclado de sus dos ordenadores. No es una medida profiláctica, ni una superstición, ni un capricho. Sencillamente los funde. Las letras quedan calcinadas cuando la araña de los dedos de Ryoki golpea las teclas en un claqué poseso hasta que confecciona otra novela más con la que orlar la biografía. Y lleva casi 1.100 en los últimos 20 años. Un millar de narraciones que le han abierto el casillero del Libro Guinness de los Récords, junto a la berza más grande del mundo, junto al dálmata con más lunares de la Historia.
Toca todos los palos de la escritura, desde la literatura de herbolario a la farmacopea policíaca. Vive en Gonçalves, a 200 kilómetros de Sao Paulo, retirado desde que dejó su oficio de cirujano en 1986. Entonces pasó del festín carnívoro del quirófano a la piñata de las palabras con la emoción de quien estrena novia. «Me cansé de ser médico, sí. Y con la misma pasión que tuve por mi primer oficio escribo ahora novelas», dice.
De las que ha publicado, Secuestro Fast Food la cerró en seis horas, aceptando el reto de un periodista del Wall Street Journal que asistió al parto como el que acude a una sesión de exorcismo, con una cabeza de ajo en el bolsillo, por si acaso.
Inoué es un japonés (por parte de padre) transplantado a la selva amazónica. Bajo esa euforia de flúor que dan los bosques tropicales escribe al menos cuatro horas al día. Y no duerme más de seis. «Me levanto a las ocho, leo la prensa por internet y después navego por la Red en busca de ideas, de datos». No le cuesta mucho encontrarlos. Su curiosidad es amplia, así que dice que jamás ha repetido un argumento. Como mucho ha levantado algunas series, tiene su James Bond a medida y otros personajes familiares que le saltan de un libro a otro.
Diríamos que es un modelo de escritor charter -otra podría ser Corín Tellado, con unas 5.000 novelas de amor en el catálogo de grandes éxitos-, a cualquier hora tiene una historia trepándole las manos hasta que el calambre llega a alguno de los dos ordenadores que mantiene permanentemente encendidos y comienza la tamborrada sobre el teclado.
La cosa viene de madre, que dejó un puñado de poemas inéditos. Pero a Ryoki Inoué ese concepto, «inédito», le pilla algo lejos. Entre sus hitos tiene el haber ocupado con sus libros, en 1992, el 95% del mercado de las ediciones de bolsillo en Brasil. Asegura que ha escrito hasta tres novelas diarias. En sus cientos de entregas ha utilizado unos 49 seudónimos: James Monroe, Jeff Taylor, Stepham McSucker...
Era otra época. No es que le hayan desbancado, sino que un desacuerdo estético con los editores le hizo abandonar las publicaciones baratas y virar a los terrenos del volumen/mazacote, donde se desenvuelve esquilmando la actualidad (el sida, el 11-S, el narco Pablo Escobar...).
«Vivir de la literatura en Brasil es un auténtico acto de heroísmo. Y de temeridad», apunta Inoué. Si él lo dice, con una biblioteca como para reforestar media Amazonia... Pero no ha perdido nunca el compás. Es un hombre con una voluntad a piñón fijo. Entre novela y novela imparte cursos de escritura rápida en internet. El secreto de su grial grafómano lo resume en esta ecuación: «Ideas, investigación sobre el tema y trabajo, trabajo, trabajo».
Entre sus autores preferidos están Cervantes y Eça de Quiroz, Fernando Sabino y Jorge Amado. Cocina cuando se le atasca una obra y amenaza con empezar su autobriografía a una mano mientras con la otra enreda en el ordenador de enfrente.
LO DICHO Y HECHO
«Mi secreto es ideas, investigación sobre el tema y trabajo, trabajo, trabajo»
1946: Nace José Carlos Ryoki de Alpoim Inoué en Sao Paulo (Brasil), de padre japonés y madre brasileña. 1970: Se gradúa en Medicina como cirujano. 1986: Abandona la profesión y se dedica a la literatura. Juan Fernández Salmerón, un español residente en Brasil, le publica su primer libro, Os colts de McLee. 1992: Edita su novela mil. 1993: Entra en el Guinness como el novelista más prolífico del mundo. 2007: Prepara su autobiografía.