El patriarca del erotismo y del terror, mucho más conocido en el extranjero que aquí (la censura era la censura), aseguró estar encantado con «este revival que hay ahora con mi cine. Por lo menos habrá alguien que se entere de que existo», replicó Jesús Franco, de 70 años, que lleva firmadas 206 películas. Y suma y sigue: «El mes que viene empezaré a rodar en Ubeda, Baeza y Málaga de La casa junto al cementerio, con actores que no son conocidos y que está basada en una novela gótica de Nathaniel Hawthorne, que fue el maestro de Bram Stoker».

El terror sigue acompañando a este cineasta de quien el ciclo recoge sus películas menos conocidas -«menos manoseadas», dice él-, a petición del propio creador, que reniega de su propio trabajo: «Odio a muete las películas mías que pasan siempre, no las puedo ni ver. De hecho, a mí no me gustan mis películas, ninguna de ellas. Me gustan las de John Ford. ¿Cómo puedo comparar mis cintas con Las uvas de la ira?».

De John Ford no hay ninguna película en el ciclo, pero sí una de Orson Welles (Don Quijote, que montó Franco) y Vampir-Cuadecuc, de Pere Portabella, uno de sus cineastas españoles favoritos.Hasta el 22 de marzo, el ciclo proyecta también, entre otros, los títulos Miss Muerte, Rififí en la ciudad, 99 mujeres, Justine, Eugenie, La maldición de Frankenstein, Jack el destripador (con Klaus Kinski), Los depredadores de la noche y la más reciente Snakewoman, de 2005.

Llamado Tío Jess por su séquito de admiradores -entre los que se encuentran Quentin Tarantino y Alex de la Iglesia-, Jesús Franco entendió que su trabajo «era subsidiario del cine americano» cuando la Metro Goldwyn Mayer compró los derechos de distribución para todo el mundo de un trabajo que él realizó sobre el autor de El árbol de la ciencia, Estampas guipuzcoanas, número 2: Pío Baroja, con la idea de acompañar los dibujos animados de Tom y Jerry.

A Franco no le gusta su cine porque no ha podido hacer todo lo que él ha querido. Y, aunque no se arrepiente de nada, resume muy bien su trayectoria: «Después de haber vendido a todo el mundo una película de terror cuyo guión escribí en cinco minutos, todos los productores querían trabajar conmigo si las películas eran de terror. Yo era un intelectual de izquierdas y contestatario, pero lo que querían de mí es que hiciera historias de chinos malvados. Aún así, no siento que haya traicionado al cine, porque cuando hacía estas películas usaba el expresionismo alemán y hacía cosas muy dignas».

Lo que es seguro es que el cine de Franco ha despertado tanto fobias como filias. Entre las filias hay directores que han seguido sus pasos. Y uno de sus fans más conocidos es Quentin Tarantino, a quien Franco dedicó estas palabras: «Es un loquito. Ahora hace películas chinas, me tiene sorprendido. Yo creo que me imita.Lo que él quiere es divertirse haciendo cine, y eso me parece bien. El cine es espectáculo y como tal hay que cogerlo».