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Hay situaciones en la vida en que la verdad y la sencillez forman la mejor pareja (Jean de La Bruyère) |
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HOJEANDO / ZAPEANDO |
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'Talk shows' y periodismo |
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VICTOR DE LA SERNA
Lo han leído en EL MUNDO y en otros muchos medios; por ejemplo, en Le Monde: «En France Télévisions, la campaña presidencial provoca una vez más daños colaterales. Tras Béatrice Schonberg (France 2), esposa de Jean-Louis Borloo, ministo de Cohesión Social, y Marie Drucker (France 3), compañera de François Baroin, ministro de los Territorios de Ultramar, ambas de baja en la presentación de telediarios a partir de la apertura de la campaña electoral a mediados de marzo, le toca a Alain Duhamel, editorialista de la cadena France 2, verse alejado de la antena hasta que pase la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La decisión se ha tomado (...) debido a su toma de posición a favor de François Bayrou», candidato en esas elecciones.
El comentario era inmediato en España: lo mismo tendríamos que hacer aquí, ahora que llegan las elecciones locales y autonómicas (y las que vengan...) con periodistas de radio y televisión que abiertamente se decantan en política. Y las miradas, poco o nada disimuladas, se dirigen hacia ciertos conductores de tertulias radiofónicas con fuerte carga política, que provocan indudables controversias.
No es ésta una mala ocasión para corregir -o, al menos, intentarlo- un error, sin intención unas veces y malintencionado otras, en la calificación de ese tipo de programas: no se trata de informativos, ni de telediarios. Se trata, por decirlo en un término anglosajón y cursi pero que todos los extranjeros entienden, de talk shows. De tertulias, vamos. En las que participan periodistas pero también todo tipo de personajes de las más variadas procedencias. Y en las que no se dan noticias, sino que se citan las publicadas por otros medios, y se comentan libérrimamente.
La distinción no es baladí, pese a que muchos enterados hacen como si la desconociesen. Los talk shows, por su naturaleza misma, gozan de unas cotas de libertad de expresión muy superiores a las que en cualquier país occidental se otorgan a los programas informativos. Quienes se rasgan las vestiduras por las expresiones más o menos coloristas que escuchan en la Cope o en la Ser deberían estar familiarizados con la truculencia salvaje de Howard Stern. Se desmayarían del susto, sin duda.
Lo que distingue a España es que, aquí, cuando se monta un CAC catalán (o nacional) no es para acallar los programas informativos, ¡sino para silenciar los talk shows! Eso es lo que, cuando lo explicas fuera de este país, deja a los interlocutores boquiabiertos, como si descubriesen de golpe que, tras el oropel posmoderno y progre, esto se parece a Marruecos. Hasta en esos blogueros que califican de «edición, no censura» la supresión del talk show de Jesús Quintero con José María García y, tras lamentar profusamente la «basura» que se propala en esos programas, se los define como de «periodismo apestoso, tendencioso, cínico, manipulador, rabioso, demagógico... y nada más». Pues no. No es periodismo; es pura charla radiofónica. Pero hasta eso querrían silenciar.
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