Martes, 27 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6281.
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«Ahora, a por el próximo paso»
«He visto que es posible que te nominen, ahora puedo soñar», dice la actriz, que triunfó como una de las mejores vestidas
FERRAN VILADEVALL. Especia para EL MUNDO

LOS ANGELES.- Estaba cantado. Pero por si acaso se daba el milagro, Penélope Cruz guardaba un gramo de esperanza para la celebración. «He visto que es posible que te nominen», dijo el pasado viernes durante un encuentro con la prensa española en Beverly Hills. «Ahora se puede soñar con el próximo paso». El hombrecito dorado ese. El Oscar.

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Pero cuando salió Philip Seymour Hoffman, ganador del Oscar al mejor actor en la edición anterior, al escenario del Kodak Theatre, ese gramo pasó a kilo. Y más cuando los organizadores mostraron a las cuatro actrices presentes que optaban a la estatuilla de Mejor Actriz -más una fotografía de Judi Dench, ausente-, en la gran pantalla incrustada en el fondo de dicho escenario. No hubo más. El kilo se esfumó y la cara de Cruz, marcada con un «si ya os decía yo», fue reveladora.

Era el punto final de unas semanas frenéticas, la última de las cuales «fue de las más duras de mi vida», según palabras suyas. Tras este domingo, la actriz ha vuelto a la realidad en una urbe que se transforma en cuestión de horas. «El lunes después, es otra ciudad», explica la actriz de Alcobendas. Da igual, Penélope Cruz puede estar orgullosa de haber llegado lo más lejos que ha llegado nunca ninguna actriz española. Su vestido de Versace la catapultó a llevarse una victoria «de consolación», más frívola y efímera. La de ser una de las mejores vestidas.

En el momento de la verdad, acompañada por el actor australiano Hugh Jackman, entregó el único Oscar a Babel, el que consiguió el argentino Gustavo Santaolalla por su banda sonora. Por suerte, no hubo que lamentar ninguna situación embarazosa. Y es que tenía grabada en su memoria el grito que hizo hace cuatro años cuando entregó a Pedro Almodóvar el premio por Hable con ella. «Esta vez no lo voy a hacer», avisó. «Si no, no me van a llamar más». No hace falta que se preocupe. Pero por si no lo hacen, siempre le quedará el recuerdo. No sólo éste, sino el de su primer encuentro con Oscar. «Fue con Belle Epoque. Éramos unos 20 y conseguimos entrar todos en el gallinero. No sabía hablar mucho inglés. Sólo sabía decir Johnny Depp».

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