En medio de una investigación que ha movilizado al FBI y a la policía y la fiscalía de Guatemala y El Salvador, los cuatro agentes detenidos por el asesinato de tres diputados salvadoreños fueron ejecutados dentro de sus celdas, en una operación cargada de sangre y sigilo que deja aún más incógnitas sobre un caso cuyo esclarecimiento se ha convertido en una prioridad para los dos países centroamericanos.
Los oficiales Arturo Herrera (39 años), José Korky (28), Adolfo Gutiérrez (36) y Marvin Langen (36) apenas pasaron tres días en el penal de máxima seguridad de El Boquerón, a 70 kilómetros de Ciudad de Guatemala, antes de que acabaran con ellos en su celda. Los cuatro estaban detenidos por la muerte de William Pichinte, Eduardo d'Aubuisson y José Ramón González Rivas, tres diputados de la derecha salvadoreña (ARENA) asesinados en una carretera guatemalteca cuando se dirigían la semana pasada a una sesión del Parlamento Centroamericano (PARLACEN).
Inicialmente, las sospechas apuntaron hacia algún tipo de venganza política, ya que uno de los muertos, Eduardo D'Aubuisson, era hijo del militar fallecido Roberto D'Aubisson, fundador del ARENA y señalado como uno de los más brutales represores durante la guerra civil que asoló El Salvador durante los años 80.
Colaboración del FBI
En medio de la conmoción, tanto el presidente de Guatemala, Oscar Berger, como el de El Salvador, Antonio Sacca -ambos conservadores- se comprometieron a esclarecer un crimen en cuya solución trabajan decenas de policías de ambos países y hasta un equipo del FBI ha llegado desde Estados Unidos.
En pocos días, las investigaciones lograron la detención de los cuatro agentes, todos ellos miembros de la División de Investigación Criminal, la unidad de élite de la policía guatemalteca. A la cabeza de todos ellos estaba Luis Herrera, uno de los máximos responsables en la lucha contra el crimen en el país centroamericano y cuyo coche fue localizado vía satélite en el mismo lugar donde, unos días antes, habían aparecido calcinados los cuerpos de los diputados.
Con su detención, la investigación daba un giro y apuntaba más hacia los lazos de los legisladores con el narcotráfico que hacia la venganza política. Según el presidente guatemalteco, los diputados fueron asesinados «por una banda de narcotraficantes con vínculos en ambos países, en la que están incrustados elementos de la Policía Nacional Civil de Guatemala», señaló Berger. Sin embargo, poco después del publicitado éxito policial, los sospechosos fueron ejecutados antes de que pudieran contar algo importante. Según las autoridades, un «comando armado» entró en el centro penitenciario el domingo, durante el horario de visitas. Dentro de la cárcel provocaron un apagón que les permitió colarse hasta la celda de los detenidos y acabar con ellos. De pasó, el homicidio desencadenó un motín del resto de los presos que tomaron como rehenes al jefe de la prisión y a cuatro funcionarios a quienes amenazaron con matar si la policía ingresaba al presidio.
El brutal asesinato de Eduardo d'Aubisson continua ocupando las portadas de la prensa centroamericana y ha conmocionado a la derecha salvadoreña, actualmente en el Poder, que declaró tres días de luto. Su apellido trajo de nuevo a la memoria de los salvadoreños el nombre de Roberto d'Aubisson, directamente vinculado con la muerte, en 1980, del arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, mientras oficiaba una misa, según el informe de la comisión que investigó los crímenes políticos ocurridos durante la guerra civil (1980-1992).
Cuchillos y gasolina
MÉXICO D.F.- La semana pasada aparecían completamente carbonizados y abandonados en una cuneta junto a un coche los cadáveres de tres diputados salvadoreños. Habían sido acuchillados, torturados y eliminados de varios disparos.
Los asesinos rociaron y prendieron fuego a los cuerpos, que fueron encontrados completamente calcinados a 30 kilómetros de Ciudad de Guatemala. Seis días después, los únicos detenidos por este homicidio fueron ejecutados de la misma forma, aunque esta vez en el interior de su celda. A pesar de ser una cárcel de máxima seguridad repleta de pandilleros y miembros de la 'Mara Salvatrucha', un «comando armado» logró colarse y provocar un apagón en la cárcel que les permitió acceder hasta la celda de los detenidos. Allí les acuchillaron repetidamente y, aún vivos, les prendieron fuego.
Nadie fue detenido, pero la policía desplazó a decenas de antidisturbios hasta la cárcel, lo que provocó un motín de los presos, que tomaron a varios funcionarios como rehenes.