Seguramente, si al abate Antoine Prévost le hubieran dicho que su Historia del caballero Des Grieux y Manon Lescaut iba a inspirar a tantos creadores de ópera -Puccini y Massenet, entre ellos- le hubiera resultado difícil creerselo. Y mucho más si hubiera sabido que uno de esos autores iba a ser una de las figuras más relevantes de la música del siglo XX.
Casi dos siglos después que Prévost escribiera su célebre novela, el alemán Hans Werner Henze (Guterslah, 1926) realizó también su particular aportación operística al tema. El resultado fue Boulevard Solitude, primera gran creación lírica de su autor que el próximo viernes podrá verse por primera vez en España en el escenario del Gran Teatre del Liceu, en el marco del ciclo que el coliseo lírico barcelonés está dedicando esta temporada al mito de Manon.
Estrenada en Hannover en 1952, Boulevard Solitude llega a Barcelona en una producción que el director de escena Nikolaus Lehnloff realizó para el Covent Garden londinense en 2001, con motivo del 75 aniversario de Henze.
Motivos personales
«Esta es una obra a la que me siento muy vinculado por razones personales. Yo nací y crecí en Hannover y, siendo niño, tuve la suerte de asistir a su estreno en el Landestheater», explica Lehnloff, que estos días ultima en Barcelona la reposición del montaje, con dirección musical de Zoltán Peskó y las voces de Laura Aikin (Manon), Pär Lindskog (Armand) y Tom Fox (Lescaut).
Henze tenía poco más de 30 años cuando decidió convertir en ópera una historia escogida por «el atractivo del nombre», según escribe él mismo en el catálogo de temporada de Amics del Liceu. «Por entonces, yo ni conocía las adaptaciones operísticas ni tampoco el libro en que se habían inspirado todos ellos», reconoce en ese mismo texto el autor, que conoció la historia a través del filme Manon, de Henri-Georges Clouzot, León de Oro en Venecia, en 1949.
Con libreto de Grete Weill, Boulevard Solitude se estructura en torno a siete escenas independientes, separadas por interludios orquestales, que identifican los hechos esenciales del drama.En ellas, Henze y su libretista regresan a la esencia de la novela original, situando no a Manon, sino a su joven amante, Armand des Grieux, en el centro de la historia.
«Boulevard Solitude es una ópera que contiene muchos rasgos biográficos de su autor. Henze pertenece a la generación perdida de Alemania, esos jóvenes que después de la guerra se encontraron con el vacío.Y esto es también lo que ocurre con el personaje de Armand, que en esta obra se transforma en una especie de Parsifal que busca un sentido de la vida, mientras que el resto de personajes son como simples marionetas. Es una especie de metáfora de la jungla de la vida», opina Lehnloff.
Por la misma razón, el director de escena ha apostado por una estación de tren como elemento central de su dramaturgia. «La estación representa ese círculo vicioso, ese túnel del tiempo del que Armand no puede escapar», explica.
Musicalmente, por su parte, Henze concibió una partitura que se vale tanto del serialismo dodecafónico como de los principios de la tonalidad. Una opción que el director musical de la obra, el húngaro Zoltán Peskó, considera que está claramente al servicio del contenido dramático de la obra. «El lenguaje dodecafónico representa el universo genuino de los dos amantes, mientras que la tonalidad representa el mundo corrupto que les envuelve», explica el director.
Por su parte, la soprano Laura Aikin cree que en esta versión, en particular, Manon se transforma en «un personaje tan despiadado que no llega a ser humana en ningún momento».