Cuando uno termina de ver la nueva película de Michael Winterbottom, Tristram Shandy, a cock and bull story (literalmente, la historia de una polla y un toro), no sabe muy bien qué ha visto, pero sí que se ha reído, y mucho. La película, que adapta al cine el inadaptable (por oceánico: nueve volúmenes) novelón de Laurence Stern, un pastor del siglo XVIII que los expertos sitúan como eslabón perdido entre Cervantes y Joyce, es puro caos. «Justo lo que quería conseguir», dice Winterbottom.
La cosa empieza como comedia de época contando el nacimiento de un niño, Tristram, que se pilla el miembro viril con una ventana. Luego prosigue con aires de ensayo teatral, enseñando al espectador la tramoya, y termina como inteligente comedia moderna, retratando el incontrolable zoco de egos de un rodaje, la fauna pirada de las candilejas... Un caos.
Cuando uno termina de hablar (por teléfono) con Winterbottom, se da cuenta de que no se ha enterado de nada. Y no sólo por su también oceánico catarro: el director de Wonderland habla como rueda: a toda castaña. Tras Camino a Guantánamo, el escalofriante docudrama sobre tres británicos en el gulag de Bush, Winterbottom vuelve junto a Steve Coogan, descacharrante protagonista de otra de sus comedias, 24 hours party people. Le pillamos, ya que de caos va la cosa, «¡haciendo la compra!... ¡Si se corta vuelve a llamarme!».
Pregunta.- Usted y Coogan de nuevo. ¿Qué tiene que ver este filme con 24 hours..., que contaba la movida de drogas y música en Manchester a principios de los 90?
Respuesta.- Pues más de lo que crees. La actitud de los personajes es parecida, aunque les separen dos siglos. Steve y yo ya hablábamos entonces, en 1999, de cómo lograr llevar todo este lío a una película. Hace unos tres años nos dimos cuenta: mitad del filme contando parte del libro, que es inacabable, mitad desde afuera, hablando del rodaje. ¡Y así fueeeeee! [Winterbottom grita porque a su lado pasa lo que suena como un enjambre de ambulancias].
P.- ¿Cuál es el tema de Tristram Shandy? Usted ha hablado de...
R.- Va de nada y de todo, decir una sola cosa sería negar el libro, porque va de dar vueltas alrededor de la estupidez de lo que hacemos, de entretenerse con chorradas y olvidar lo que íbamos a hacer...
P.- Pero usted ha dicho que...
R.- ¿Hay que tomarse el libro en serio? Nosotros no lo hicimos... ¡Argh! ¡Espera! [se oye como que rebusca en una bolsa de papel]. Era importante también que los actores te cayeran bien de entrada, no por su inteligencia, sino por su capacidad de reírse de sí mismos.
P.- Vd. ha dicho que el padre de Shandy es el primer «hombre moderno» porque intenta controlar la educación de su hijo...
R.- Síiii, bueno... [como con voz de excusa]. Sí, el padre quiere asegurarse de que todo sale perfecto, pero luego tu deseo escapa y lo que ocurre no es lo que tú quieres.
P.- ¿Sucedió eso con el filme?
R.- Mmmm... ¡Es más interesante que no te salga lo planeado! La vida es demasiado compleja para que los humanos la controlemos, y lo mismo cuando haces una película: buscas que las cosas sean de una manera y luego salen de otra...
P.- ¿Cuánto es improvisado?
R.- Al principio pensábamos escribir la parte del libro e improvisar totalmente la otra... Luego caímos en la trampa y las escribimos las dos, pero luego llegan Coogan y Rob Brydon [otro cómico inglés] y terminan haciendo lo que quieren.
P.- ¿Rodar cine dentro del cine es una forma de señalar que el formato clásico está en crisis?
R.- No, no creo que el público esté cansado del modo clásico, yo no lo estoy. ¡Pero...! [gran ruido] Pero sí siento atracción por escapar de la estructura habitual, y siempre a mitad de camino de un rodaje se te ocurre una manera: jugando con el tono, o tirando de un personaje... [gran ruido]. ¿Oye?
P.- ¿Sí?
R.- Ah, no que... Eso, no estoy seguro de que la película trate del cine dentro del cine, sino de contar una historia que atrape al público. La historia de un grupo de gente y de los problemas de Steve, que pueden ser los de cualquiera. Su chica, la chica con la que intenta ligar... Cualquier cosa vale para contar que mientras haces una cosa, podrías estar haciendo otras.
P.- ¿Cuánto hay de Coogan cuando hace de sí mismo?
R.- Ahhh.... Es jodido de decir. Cuando la escribimos, era casi todo él, y estaba feliz... Al final... Sí, creo que al final es bastante Steve.
P.- Su filme da una visión moderna de una historia dieciochesca, como María Antonieta. ¿Casual?
R.- Sí, porque no la he visto. Y mi película no es una versión: le gusta a quien le gusta el libro. A veces queremos hacer modernas cosas que ya lo son de por sí.
P.- Va a filme por año, y siempre cambia de género. ¿Aposta?
R.- Un poco sí, pero no por tocar este género o el otro, sino porque no es divertido hacer películas parecidas. Y es una sensación extraña cuando no sabes en qué va a quedar lo que estás haciendo.