Miércoles, 28 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6282.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado (George Sand)
 CULTURA
Clément Rosset atrapa sus fantasmas
El filósofo publica en España 'Travesía nocturna', donde relata su experiencia con la enfermedad del sueño
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- Clément Rosset (Normandía, 1939) ya tiene entre sus manos la traducción española de Route de nuit (Travesía nocturna, editorial Elipsis). La hojea arbitrariamente y lee, arrastrando las erres, algunos pasajes que recuerdan el delirio pictórico del Bosco y rememoran la experiencia del duermevela en el túnel de una dolorosa depresión.

Publicidad
Se trata de un diario, pero también de un giro inesperado en la ejecutoria del eminente filósofo francés. Porque Rosset no habla en clave de Nietzsche ni redunda en el patrimonio del epicureísmo. Narra en primera persona la angustia de la enfermedad del sueño, «un hundimiento energético, un agotamiento general que afecta en lo físico, en lo intelectual y en lo moral».

La degradación le sorprendió en 1990 y comenzó a despejarse seis años más tarde. Rosset no tenía pensado darle forma a las pesadillas, pero le animaron a hacerlo la presión obstinada de un editor y el propósito de contar la travesía nocturna desde fuera.

«Mi distancia con el ego me impedía convertirme en protagonista. Este diario me analiza desde un ángulo ajeno. Se limita a describir el sufrimiento y la angustia. Es una observación clínica de la experiencia en las tinieblas, las pesadillas y los horrores», explica Clément Rosset.

Los aforismos

Estamos en el domicilio parisino del filósofo con la mediación propiciatoria de una botella de Burdeos. Llama la atención la colección de música clásica en vinilo y el buen estado de la olivetti. A Rosset le gusta Bach, igual que le sucedía a Cioran. Maneja como un brevario los aforismos de Pascal. Hace un esfuerzo por expresarse en castellano. Lo ha frecuentado en los escritos de Gracián y de José Bergamín, aunque España es un país filosófico sin filósofos de importancia, según dice.

«La verdadera particularidad de este dolor consiste en que no tiene una causa conocida. Es un fenómeno incomprensible. Un estado de asfixia. Especialmente cuando tenía que salir de la cama. Sufría de ninguna cosa. Nada me interesaba. Había desaparecido cualquier definición del deseo. Sentía una anorexia descomunal y notaba un cuerpo agarrotado».

Para entender mejor las palabras de Rosset basta asomarse a la página 14 del libro. Estamos en mayo de 1990, en una hora imprecisa: «Un descanso agotador termina en forma de semi-insomnio depresivo que a su vez engendra una astenia diurna al despertar, la cual puede o no ceder a la vigilia. He aquí el círculo vicioso que los psiquiatras conocen muy bien: el síntoma de descansar mal y el consiguiente mal despertar pueden tomar el relevo a una astenia diurna acontecida en la víspera, así como preparar la cama para la astenia depresiva del día siguiente. Inevitablemente».

Rosset se felicita de haber vivido el trauma. Dice haberle hecho más fuerte y haberle derivado al espacio semionírico de unas experiencias alucinatorias y descarnadas. Es incapaz de comprenderlas. Tampoco tiene el menor interés en hacerlo. Se acuerda, otra vez, de Nietzsche: «No me interesa lo que entiendo. Me interesa mucho lo que no entiendo».

Las referencias

El memorial de Rosset echa sus raíces en las referencias de Scott-Fitzgerald (El crack-up, Anagrama) y William Styron (Esa visible oscuridad, Grijalbo). Ambos ya habían experimentado la «maléfica agitación» y la habían exorcizado también en una fórmula literaria y terapéutica, puque Rosset ha encontrado en Travesía nocturna, su obra más original, su mejor inspiración creativa y su manera de espantar los fantasmas.

Página 101: «Espero pacientemente a que me sirvan en un restaurante inquense de Palma [de Mallorca] en el que todos los clientes están muertos y permanecen inmóviles en sus puestos. Algunos de ellos, también inmóviles, en realidad están a punto de morir (...) Tras este sueño aterrador y tan claro, dos horas de agitación hasofinesca. Ritmo más bien sosegado, pero con una intensa tonalidad de grisalla y desolación», escribe Rosset.

La curación se produjo gracias a un fenómeno de abstracción literaria. El filósofo no encontraba reposo en la música. Dostoievski, en cambio, le propuso sumergirse en un espacio imaginario que fue suplantando la realidad de las pesadillas. El tiempo no cura las cosas, dice Rosset. Las cosas se mitigan con nuevos estímulos. Algunos son tan eficaces como enamorarse (Montaigne). Otros pueden encontrarse viajando entre las páginas de El jugador y asistiendo a la revelación de Crimen y castigo.


Alegría en la oscuridad

PARIS.- Clément Rosset es uno de los filósofos más claros y coherentes de nuestro tiempo. Quizá porque ha perseverado durante 40 años en teorizar la yuxtaposición de lo real y su doble, entendiendo el primer concepto como aquello que se nos presenta desprovisto de fines o de contenidos.

No conduce a ninguna parte duplicar esa realidad, mucho menos cuando lo hacemos para escapar de la finitud, para conjurar el dolor, para regatear la desgracia y para escapar del cementerio. «Nada más frágil que la facultad humana de admitir la realidad, de aceptar sin reservas la imperiosa prerrogativa de lo real», explica Rosset en el escritorio espartano de su despacho. Podría deducirse de semejante principio un pesimismo enfermizo, pero Rosset se diferencia del maestro Cioran en que la aceptación de lo real conduce a celebrar la existencia como escenario único de la alegría.

Alegría, claro, en la oscuridad. De hecho, el filósofo francés, amigo de Althusser y allegado de Lacan, reconoce que una de las claves del camino vital puede encontrarse en el 'Don Giovanni' de Mozart como paradoja de un «drama jocoso». Influye que Rosset sea un melómano enciclopédico. Conoce en profundidad la música de Falla, ama la jota y se reconoce en el folclore balear.

Su padre tuvo un vínculo con la España republicana, sus hermanas nacieron al sur de los Pirineos y él mismo conserva una casa en Mallorca, donde ha encontrado su propio refugio. Allí ha terminado su último libro, 'Loin de moi' ('Lejos de mí'), convencido de destronar a Hume en su visión distorsionada de la condición humana.

«No existe ni el yo ni el individuo. Sólo existe el yo social», proclama Rosset... con media sonrisa.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
 publicidad
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad