JAIME RODRIGUEZ
MADRID.-
Seis días malditos. Un caballo rebelde, un accidente en parapente, un coche loco, un resbalón desgraciado, un feroz tumor o un miserable coche bomba. Seis momentos que cambiaron la vida de seis mujeres ayer sonrientes, ilusionadas con sus gafas de sol, su mono de nieve y los esquís, guapas ante las cámaras. Son el primer equipo femenino español de esquí adaptado. Y su benjamina se llama Irene Villa.
Esta madrileña de Aluche hacía deporte cuando era una niña. Entre el colegio y las amigas sacaba tiempo para practicar baloncesto o patinaje. Después, tras la dentellada de la demencia etarra, tuvo que empezar de nuevo, a pesar de tener tan sólo 12 años. Su vida creció despacio, desde la recuperación física y psicológica, siempre ya sentada en una silla de ruedas. Estudió, escribió libros y dio voz a las víctimas del terrorismo. Ahora tiene 28 años, y en su ajetreada existencia, se ha puesto un objetivo: acudir a unos Juegos Olímpicos. Vuelve el deporte a su rutina, se lo está tomando en serio.
Quiere ir a las paraolimpiadas invernales de Vancouver 2010 integrando la selección española de esquí alpino. Un conjunto recién nacido, que ayer fue presentado de forma oficial en Madrid. Junto a otras cinco compañeras ha abierto camino en una especialidad hasta ahora exclusivamente masculina en el deporte para discapacitados físicos. El próximo 12 de marzo estarán en la estación de Cerler para tomar parte en el campeonato de España, que por primera vez acogerá una competición de mujeres.
Hasta el momento, las esquiadoras que deseaban participar tenían que batirse contra hombres. La pionera fue Teresa Silva, la capitana del equipo de Irene Villa. Ella es la directora de la Fundación También, que busca la integración social de personas que tengan algún tipo de discapacidad mediante el fomento de actividades deportivas. Dan clases a niños, buscan patrocinadores y se vuelcan para sacar a la gente de casa. «El esquí es la mejor terapia. Ni una sola barrera arquitectónica que te moleste ladera abajo», explica Teresa. En la nieve no hay diferencias: «Descendemos incluso más rápido que los practicantes que van de pie».
Ayer, en la pista artificial del sur de Madrid, el Snow Zone de Xanadú, las chicas del equipo (patrocinado por la marca Santiveri) bajaban resueltas. Llegan a volar a 70 kilómetros por hora en sus sillas especiales. Los 4.000 euros que cuestan provocan la búsqueda obligada de patrocinadores generosos. Hechas de los mismos materiales que se utilizan en los monoplazas de Fórmula 1, se trata de habitáculos diseñados a medida que se ajustan como una bota al cuerpo de las esquiadoras.
El equipo esperan que sirva de ejemplo para otras discapacitadas con ganas de quemar adrenalina. Teresa, Irene, Natalie, Begoña, Esther y Vicky coinciden en el ansia de superación. «Juntarse para hacer esquí sirve para darse cuenta de que eres útil para muchas cosas. Te dices a ti misma, 'si puedo hacer un descenso por una montaña nevada a toda leche, qué no voy a poder hacer en mi día a día'», cuenta Vicky González, subinspectora de Hacienda de Santiago de Compostela.
Irene Villa es la más joven, pero apunta alto. «Tiene muchas opciones de estar en la próxima paraolimpiada. Posee talento y su fuerza de voluntad es de sobra conocida», la define la capitana. Antes, probó con la esgrima, pero el esquí le ha conquistado. «Sentir el aire de las montañas levanta el espíritu a cualquiera», según Irene, que en Atenas 2004 presenció en directo las hazañas del equipo español. «Ojalá yo pueda estar con ellos en 2010». Habla ilusionada desde Gijón, donde siguió vía móvil la presentación de sus compañeras. No pudo acudir porque tenía apalabrada una conferencia sobre la memoria de las víctimas del terrorismo.
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