Miércoles, 28 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6282.
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Todos querían tapar a los confidentes
Mario, colaborador de la UCO, avisó a EL MUNDO de que si siguen hablando de Zouhier «tendrán problemas»
ANTONIO RUBIO

MADRID.- Todo comenzó el 29 de abril de 2004. EL MUNDO revela que dos confidentes policiales estaban directamente involucrados en los atentados del 11-M. Esos colaboradores se llamaban Rafá Zouhier y Emilio Suárez. El primero, marroquí, trabajaba para la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, y el segundo, asturiano, para el jefe de la Brigada de Estupefacientes de Avilés.

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Suárez Trashorras había sido detenido el 18 de marzo de 2004, una semana después de que los trenes de la muerte saltaran por los aires, y Zouhier dos días después, el 20. Sus detenciones se mantenían en secreto y ambos recibieron el aviso por parte de sus respectivos controladores de que no hablaran.

A partir de aquella fecha -29 de abril de 2004- y de aquella información -Dos cómplices claves de los autores del 11-M eran confidentes policiales- se supo que la UCO tenía conocimiento desde hacía mucho tiempo, febrero de 2003, de que Suárez Trashorras y su cuñado Antonio Toro traficaban con explosivos y con droga.

Aquel mismo día, el 29 de abril de 2004, en EL MUNDO se recibió una llamada de un tal Mario, amigo de Zouhier y colaborador de la Guardia Civil: «Si siguen hablando de Zouhier tendrán problemas. Están jugando con la vida de una persona y les puede pasar algo».

No fue Zouhier quien le dijo a Mario que diera un aviso a EL MUNDO para que no siguiera investigando. Al revés, el marroquí se puso en contacto con este medio al día siguiente de que su nombre saliera publicado. Zouhier quería denunciar y denunció que él había avisado, por activa y por pasiva, sobre el tráfico de explosivos.

Y a partir de aquel momento, las presiones sobre Zouhier y su entorno fueron a más. El marroquí y ex confidente de la UCO recibió visitas de sus ex controladores en la cárcel con la recomendación de que no hablara. Ayer, por fin, se pudo saber que el tal Mario se apellida Gascón y que trabaja para la Guardia Civil.

Sin la revelación periodística de que en la trama del 11-M había dos confidentes policiales, hoy todavía estaríamos como en el primer día de los atentados: con la versión oficial y nada más.

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