PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO
WASHINGTON.-
Si existe algún lugar que refleja la espantosa Historia de Afganistán en los últimos treinta años, es Bagram. La base, construida por la URSS en un paso estratégico de la Ruta de la Seda, fue el principal punto de entrada de las tropas soviéticas que el 27 de diciembre de 1979 invadieron ese país. Poco después, la URSS la convirtió en su mayor base aérea en Afganistán, con más de 150 aviones de combate y otros tantos helicópteros destinados en ella, además de una división del Ejército de Tierra.
Pero Bagram tenía el problema de su localización, ya que estaba en el corazón de la resistencia anticomunista afgana, y en la frontera de los territorios controlados por el líder guerrillero Ahmad Shah Masud y su rival, el ultraintegrista Gulbuddin Hekmatyar, que recibió alrededor del 50% de los 3.000 millones de dólares que Arabia Saudí y EEUU destinaron a los anticomunistas afganos.
Hekmatyar está aliado ahora a los talibán y a Al Qaeda, mientras que Masud-que nunca fue bien visto en Washington por su independencia respecto a Pakistán y por sus vínculos con Irán-fue asesinado por Al Qaeda 48 horas antes de los atentados del 11-S contra Nueva York y Washington, en un intento de la red de Bin Laden de liquidar a su mayor enemigo. Así que las guerrillas empezaron a bombardear Bagram en julio de 1979. Y no pararon hasta que el Ejército Rojo se fue.
En enero de 1989, Bagram fue escenario de algunos de los combates más encarnizados de la guerra, cuando Moscú lanzó desde ella una feroz ofensiva sobre el vecino Paso de Salang, que había sido bloqueado por Masud, dejando a 30.000 soldados soviéticos atrapados en Kabul. Fueron unos bombardeos tan brutales que, según narra el periodista ruso Artyom Borvnik en su libro The hidden war ( La guerra escondida), las explosiones fundieron tanta nieve en las montañas que el nivel de los ríos subió. Pocos días después, cerca de Bagram, el soldado Igor Liakhovich, alias El zapador, fue víctima de un francotirador y se convirtió en el último de los 15.051 hombres que Moscú perdió en Afganistán.
Pero la salida de la URSS no significó la paz para Bagram. En 1999 la base, que estaba semiabandonada, quedó partida entre las fuerzas de Masud y las de los talibán. Ambas milicias convirtieron Bagram durante los tres años siguientes en el frente de una espantosa guerra de trincheras, entre hangares derruidos y aviones soviéticos desintegrados. Finalmente, en octubre de 2001, comandos de la Marina británicos expulsaron a los talibán, y la base entró en una nueva fase, marcada por la presencia de tropas internacionales y por la existencia de una cárcel secreta en la que EEUU ha torturado-a veces, hasta la muerte-a presuntos miembros de Al Qaeda y los talibán.
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