Miércoles, 28 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6282.
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El príncipe Carlos ataca a McDonald's
En plena polémica sobre la comida basura, una comisión decide que un obeso de ocho años siga al cuidado de su madre
FERNANDO MAS. Corresponsal

LONDRES.- El príncipe Carlos de Inglaterra es un enamorado de la comida orgánica. Hace años que empezó a hablar de la necesidad de una dieta equilibrada y de potenciar los cultivos sin pesticidas, como él hace en sus propiedades. Lo que no había ocurrido hasta ahora es que, en público, lanzara una dura crítica ni más ni menos que contra McDonald's.

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El príncipe de Gales se encuentra de visita oficial en los Emiratos Arabes. Ayer le tocó recorrer un centro donde se investiga sobre diabetes, una de esas enfermedades a la que los obesos son especialmente propensos. Allí, cuando hablaba con la nutricionista Nadine Tayara, Carlos de Inglaterra le preguntó si no se habían planteado «prohibir los McDonald's». Y añadió: «Ésa es la clave».

De inmediato, la megacadena de establecimientos de comida rápida salió al paso: «Seguro que se trata de unas declaraciones hechas a la ligera. No tiene una imagen de nuestra realidad actual», dijo una portavoz de la compañía. Por su parte, desde Clarence House, residencia oficial del príncipe, se difundió poco después una declaración oficial al respecto: ni un paso atrás sobre lo dicho por el heredero al trono británico. «El príncipe Carlos ha advertido desde hace mucho de la importancia de una dieta equilibrada, especialmente en el caso de los niños», dijo el portavoz de turno. «En su visita ha querido enfatizar la necesidad de que los más pequeños coman de forma muy variada y nunca en exceso». Punto y final al asunto.

Para McDonald's es una pésima noticia. Y quizá por eso empezaron a circular de inmediato datos sobre la relación de los hijos de Carlos de Gales con la cadena de comida rápida. Así se recordó que, en 1992, el príncipe Guillermo fue retratado junto a su madre, Diana, haciendo cola a las puertas de uno de estos locales. También se dijo que el príncipe Enrique entró en un McDonald's y se compró algo de comida y se la comió en la puerta.

El Reino Unido, donde el 13,5% de los menores de 10 años es obeso, vive un intenso debate en torno a la alimentación. El Gobierno, tras una campaña del popular cocinero Jamie Oliver, se vio obligado a variar el menú de las escuelas, un auténtico recital de grasas. Ahora existe la posibilidad -que no la obligación- de ofrecer frutas y verduras a los niños.

El revuelo provocado por el príncipe Carlos coincide con el caso de Connor McCreaddie, un niño de ocho años que pesa 89 kilos y sobre el que ayer se decidía si podía seguir al cuidado de su madre, Nicola McKeown, o si, por el contrario, debía ser llevado a un centro de protección. Un grupo de expertos -pediatras, nutricionistas, policías y la directora del colegio de Connor- estudió el caso, habló con él y con la señora McKeown y tomó una decisión: el muchacho se puede quedar, por ahora, en casa. Pero bajo una estricta vigilancia.

«Hemos tenido una conversación satisfactoria, en la que hemos concluido que la prioridad es el niño», dijo un portavoz de la comisión que ayer examinó el caso de Connor. El muchacho se niega a comer frutas y verduras y sólo acepta comida preparada. «Cuando no quiere comer, le doy lo que quiere. No lo voy a matar de hambre», se lamenta su madre que, confiesa, pide un poco de ayuda para controlar a su pequeño.

Pese a perder algo de peso en las últimas semanas, el niño sigue prefiriendo la comida precocinada y las patatas fritas. Antes de las Navidades, en la dieta básica de Connor no faltaban las salchichas ni las hamburguesas, comía cuatro bolsas de patatas fritas al día y no era que picase entre horas, sino que cada veinte minutos se zampaba unas galletas u otro tentempié.

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