Miércoles, 28 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6282.
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 OPINION
Editorial
TERCER GRADO A DOS CONFIDENTES

El juicio del 11-M alcanzó ayer momentos de extraordinaria intensidad y de gran interés informativo durante las declaraciones de Emilio Suárez Trashorras y Rafá Zouhier, confidentes respectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.

Los dos fueron interrogados por Javier Zaragoza, fiscal jefe de la Audiencia Nacional, lo que revela la importancia que la sesión de ayer tenía para la Fiscalía. Zaragoza estuvo agresivo, con un tono inquisitorial, y no dudó en mostrar su escepticismo cuando no le gustaban las respuestas de uno y otro. El tercer grado al que sometió durante varias horas tanto a Zouhier como Trashorras indica la decepción que para la Fiscalía debió suponer el escueto y endeble interrogatorio de Zougam por parte de Olga Sánchez, relegada ayer al nada lucido papel de convidada de piedra.

El fiscal apareció vivamente contrariado cuando Trashorras ratificó sus declaraciones a EL MUNDO de que El Chino le comentó que conocía a los dos etarras de la caravana de la muerte. Zaragoza le preguntó por qué no lo había declarado en los numerosos interrogatorios judiciales y Trashorras respondió con sencillez que nadie se lo había preguntado.

Trashorras y Zouhier reconocieron ayer haber estado en la reunión de octubre de 2003 en el McDonald's de Carabanchel. Y ambos manifestaron que en aquella cita, a la que asistió El Chino, se habló de la compraventa de hachís. La divergencia esencial entre los dos confidentes es que Zouhier declaró que en Carabanchel sólo se trató de la venta de 85 kilos de droga a Trashorras, mientras que éste afirmó que El Chino, Zouhier y Aglif le preguntaron si podía además conseguir explosivos.

Zouhier -al que Gómez Bermúdez llamó la atención una y otra vez por su tono embarullado y a veces desafiante- afirmó que desconocía que El Chino y sus compañeros hubieran viajado a Asturias para transportar dinamita a Madrid y Trashorras confirmó que ese viaje se produjo a finales de febrero de 2004, pero que los dos coches que volvieron a la capital iban sin carga tras frustrarse el atraco a una joyería.

Lo que quedó demostrado ayer, fuera de cualquier duda razonable, es que uno y otro confidente alertaron a la UCO y a la Policía Nacional de que El Chino era el cabecilla de un grupo de delincuentes que traficaban con sustancias prohibidas. Zouhier incluso aportó una muestra de dinamita a la UCO a mediados de 2003, cuando ésta ya tenía informes de que Trashorras y Toro traficaban con explosivos. Ello vuelve a poner el énfasis en la negligencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que, a pesar de tener abundante información de estos dos confidentes, no hicieron nada para desarticular ni la trama asturiana ni la banda de marroquíes.

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