Jueves, 1 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6283.
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Las clases en la Renfe
MIREN ETXEZARRETA

La construcción del AVE, ahora en su tramo Madrid-Barcelona, es una obra de muy alta prioridad. Hay que acabarlo en el 2008, casualmente el año de las elecciones generales. Las obras se han acelerado y todo se subordina a las mismas. Con tanto empeño y precipitación, los ferrocarriles de cercanías experimentan muchas averías. El Presidente Montilla dice que ya se sabe que las obras causan trastornos y recomienda la comprensión, y la Vicepresidenta nos visita para, después de prometer bastantes cosas, concluir que con estas grandes obras hay que tener paciencia.Al mismo tiempo, se hacen lenguas de la necesidad de aumentar el uso del tren y del transporte público.

Mientras tanto, la población de cercanías espera todos los días trenes que llegan cuando les parece bien o no llegan, mostrando ampliamente la total incompetencia o completa irresponsabilidad de sus gestores. De acuerdo, las grandes obras implican importantes desajustes, pero ¿no hay nadie en Renfe o en el Ministerio de Fomento, o en su defecto en la Generalitat, capaz de prever lo que iba a pasar y resolver el problema con antelación? Y de forma más real que contratar a trabajadores temporales con chaquetas rojas para que den explicaciones (léase, calmen) a los usuarios. ¿Dónde están todos esos cerebros grises que cobran fantásticos salarios por programar y gestionar las obras? ¿Se han planteado, acaso, sustituir temporalmente los servicios ferroviarios por una flota de autobuses bien organizada? Harían falta muchos autobuses, seguro, pero ¿qué parte de la inversión total del proyecto hubiera supuesto? Los viajeros de cercanías, muchos de ellos obligados a viajar diariamente por no poder comprar un piso en la ciudad, importan muy poco en las alturas, mientras que a los potenciales viajeros del AVE se les concede desde ahora toda la prioridad.

Cuando, ante la desesperación y las protestas de los usuarios las autoridades se han visto obligadas a enfrentar el tema, las medidas que proponen no están muy claras. Dicen que doblarán el número de trenes, ¿basta esto, si los que ya hay no funcionan? Incluso, un alto funcionario ha señalado que harán falta un par de meses para que las medidas logren regularizar la situación.

¿Se ha calculado el coste de esta situación? Acaba de firmarse en Barcelona un pacto por la competitividad, ¿cómo se atreven a exhibir este pacto, mientras a cientos de miles de trabajadores, cada día, les cuesta más llegar a su trabajo? ¿Cuál es la 'descompetitividad ' de esta dinámica, además de las consecuencias en las empresas de la tensión de éstos trabajadores? Sin contar los retrasos en el transporte de mercancías. Todo ello, sin incluir las inconveniencias para los viajeros: molestias, irritación y cansancio, así como alteraciones en su compleja organización doméstica; el deterioro en la calidad de vida de unos usuarios que nunca saben cuando llegarán a su trabajo o regresarán a casa al terminar la jornada.

¿Hay alguna relación entre esta alta incidencia de averías y las privatizaciones que se han ido haciendo de las líneas férreas? O, como en el Reino Unido, ¿se permitirá el deterioro de la red para justificar su posterior privatización? No se han relacionado ambas cosas hasta ahora, pero sería de interés indagar en ellas.

Las prioridades de la Renfe y las autoridades están claras. Potenciar las grandes líneas, para conveniencia de fuertes intereses privados, dedicadas a clientes de las élites económicas y sociales, ignorando las necesidades de las clases populares, obligadas a vivir en la periferia de las grandes ciudades. Hay primera y segunda clase en la ciudadanía, con una escandalosa desigualdad de trato. ¿Se preguntan por qué la gente no vota?

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