Jueves, 1 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6283.
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 CATALUNYA
BULEVAR
Políticamente incorrecto
CARLES SANS

Hace unos días cenaba en compañía de gente a la que apenas conocía y la conversación derivaba por cauces, digamos banales, hasta que surgió el tema de la paternidad, estado que todos enaltecieron hasta el borde del paroxismo por lo maravilloso que les parecía.

Inesperadamente solté una frase (políticamente incorrecta) que paralizó a la audiencia y que hizo que todas las miradas se clavasen en mí: «A mí los niños no me gustan.» «¡Qué horror! ¿Cómo podía decir una cosa así?», me comentó una señora cuya risa socarrona evidenciaba ciertas dosis de incredulidad hacia lo que acababa de oír.

Una joven, envuelta en un collar de muchas perlas, me miraba decepcionada, como diciéndose: «Tan buena persona que parecía »

Reconozco que lo dije para animar un poco el cotarro, porque a la cena le faltaba chispa.

Les conté que, aunque ciertos niños me gustan un ratito, detesto que se incorporen a las conversaciones de los mayores. ¿Se han fijado ustedes que cuando se mezcla gente adulta con niños los primeros ceden el protagonismo, haciendo imposible cualquier conversación que no vaya en torno a las criaturas? Cada uno de sus movimientos son observados y comentados una y otra vez. Si uno quiere sacar un tema que se aleje del niño, el propio niño se ocupa de reclamar la atención perdida.

Y acabé de convencerme el día que le oí a un buen amigo que estrenaba paternidad una frase que me quedó grabada para siempre. Al preguntarle qué tal le sentaba eso de ser padre, y, después de alardear de su estupendo vástago, añadió: «Sólo existe un problema». «¿Cuál?», le pregunté. «Que con mi mujer he pasado de ser protagonista a formar parte del coro».

¡Eso sí es un problema! ¿Conocen a alguien que le guste perder posiciones en el terreno de las atenciones y los afectos?

Por cada caso concreto en que la esposa y madre consigue un reparto justo y equitativo de atenciones, hay miles que, embelesadas con su retoño, se afanan en atenderle sin reparar en nadie ni en nada que no emane de él.

Y permítanme, para acabar, que bromee un poco con ciertas conductas con las que me cuesta identificarme, como aquella en que los progenitores recién estrenados babean por enseñarte el bebé dormido en su cunita. ¿Quién no ha pasado por el consabido episodio de entrar de puntillas y a oscuras al cuarto del recién nacido para exclamar, mientras la madre lo destapa: «¡Oh! ¡Está enorme!».

Luego les hablé del inmenso caudal de energía que exige cualquier niño y del que creo que ya no dispongo

Recuerden que alguien dijo: «Jamás ha habido un niño tan adorable que la madre no haya querido poner a dormir».

La cena ya no fue lo mismo. Un caballero, al oír mis argumentos, me insinuó un exceso de egoísmo por mi parte. «Tal vez», le contesté.Pero, ¿no creen que más egoísmo es "embarazarse" sin apenas meditar sobre lo trascendental del asunto, como es el caso de infinidad de parejas en el mundo?

Ya ven. Soy políticamente incorrecto.

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