PARIS. - Fue un trabajo impecable, minucioso, de guante blanco. Tanto que la nieta de Pablo Picasso, Diana Weidmaier, dormía apaciblemente en la madrugada del martes mientras los ladrones -el plural es una mera conjetura policial- descolgaron de las paredes el cuadro Maya à la poupée (1938) y un retrato de Jacqueline, la segunda esposa del artista.
Sucedió en el domicilio parisino de la heredera y llama la atención que no funcionaran los sistemas de alarma que protegían las obras. Mucho más considerando la estimación de su valor en el mercado (ambas podrían sumar unos 50 millones de euros) y teniendo en cuenta que la familia Picasso ya había sido víctima recurrente de otros robos similares.
La investigación se lleva bajo escrupuloso secreto por la Policía Judicial francesa, pero resulta inevitable la circulación de noticias, empezando por que el botín del atraco incluye también un dibujo de menor importancia con la firma del propio Picasso.
No hay dudas, sin embargo, respecto a la notoriedad de Maya à la poupée (Maya con la muñeca), un lienzo de moderadas proporciones (60 centímetros por 74) que, sin embargo, pertenece a uno de los periodos de mayor fertilidad creativa del maestro y de mayor vitalidad cromática.
Es un retrato infantil de la hija de Picasso, realizado cuando la criatura tenía tres años y convertido, siete décadas después, en la obra de referencia de la colección personal que Diana Weidmaier alberga en la rue Grenelle.
Ayer custodiaban el domicilio decenas de periodistas y de cámaras en busca de un testimonio familiar, aunque la información fue dosificándose con cuentagotas. Por ejemplo, se dio a conocer que el retrato de Jacqueline Roque (170 centímetros por 150) corresponde a 1961, es decir, la misma fecha en la que el artista malagueño contrajo matrimonio con ella.
«Han sido muchas las obras que Picasso le dedicó a su esposa. Desgraciadamente, la sustraída el martes es una de las más importantes», explicó ayer el abogado Paul Lombard en nombre de la familia.
La reconstrucción de los hechos confirma que no se produjo ninguna acción violenta en el domicilio de Diana Weidmeier. Nadie forzó la puerta. Tampoco se han percibido desperfectos en las ventanas. Un escenario inquietante que, a juicio de la policía, demuestra la profesionalidad de los ladrones y su perfecto conocimiento del domicilio donde actuaron. De hecho, la sustracción de los lienzos se produjo mientras, al menos, dormían dos personas en el apartamento. «Puedo garantizar que los sistemas de alarma estaban activados y que se habían extremado las condiciones de seguridad», explicó Lombard.
Existe constancia de que el retrato de Maya fue descolgado y sustraído íntegramente con el marco. La obra de Jacqueline, sin embargo, fue despojada de la moldura porque, dadas sus dimensiones, les resultaba mucho más fácil a los ladrones transportarla enrollada.
Los cálculos del valor de ambos lienzos se atienen a un periodo de máxima cotización de Picasso. Así, el récord de un cuadro grande con la firma del artista se alcanzó en mayo de 2004, cuando salió a subasta Chico con pipa, liquidado finalmente en 87 millones de euros. El cuadro Maya con una muñeca no alcanzaría, con toda probabilidad, semejante cifra, pero reviste un valor sentimental para la propietaria puesto que se trata del retrato infantil que Pablo Picasso hizo de su propia madre.
¿Aparecerá? Los precedentes juegan a favor de una hipótesis afirmativa. Otra nieta del pintor, Marina, recuperó en 1989 12 obras que le habían sustraído en su domicilio de la Costa Azul, mientras que una galería de Zúrich también consiguió hacerse con las siete telas de la época rosa y azul que un equipo de ladrones profesionales sustrajo en 1994.
Objetivo prioritario
El robo más llamativo de obras de Picasso se produjo en 1976, cuando desaparecieron del Museo de Aviñón nada menos que 118 pinturas del artista. El tesoro terminó volviendo a las paredes de la pinacoteca francesa, eso sí. El caso es que la cotización de Picasso, cada vez más elevada con el transcurso de los años, se ha convertido en uno de los objetivos prioritarios del mercado y de los ladrones. Que se lo digan al sujeto cuya audacia le permitió llevarse de una galería londinense, en 1997, 'La cabeza de mujer' que Picasso hizo en el desenlace de la Guerra Civil española. Lo retiró de las paredes con escrúpulo, abandonó la sala caminando y se marchó a bordo de un taxi. La policía tardó casi menos tiempo en dar con su paradero. También saltó a los titulares el robo de 'La danza', del artista malagueño, realizado hace ahora un año en un museo de Río de Janeiro. En aquella acción, también se sustrajeron piezas de Dalí y de Monet, además de una colección de grabados del propio Picasso. En aquella ocasión, las alarmas se dispararon al conocerse que las obras no estaban aseguradas. Se dio la circunstancia de que los marcos de los lienzos robados aparecieron una semana después quemados en una favela.