MARCOS-RICARDO BARNATAN
Cada día se estima más el valor de las correspondencias, sobre todo ahora que prácticamente se han dejado de escribir cartas y el correo electrónico es la forma de comunicación más rapida y más fácil, pero también la más perecedera. Las correspondencias literarias son muy apreciadas por los historiadores, como una fuente privilegiada de datos inéditos, y por los mismos lectores que descubren en ellas el rostro más íntimo de sus autores favoritos.
Se acaban de editar en Málaga (Centro Cultural Generación del 27) las cartas de Vicente Aleixandre a Jaime Siles, un epistolario de los muchos que escribió el poeta de Velintonia a lo largo de su vida y que está dirigido a uno de los integrantes de la llamada generación novísima al que él alentó con tanta generosidad. Aleixandre fue el poeta mayor, el maestro de varias generaciones, y sus cartas tienen un gran valor testimonial ya que por su minuciosidad se puede seguir la historia y la intrahistoria de la poesía española durante más de medio siglo.
El volumen que ahora aparece, en edición de la profesora argentina Irma Emiliozzi, reúne unas 50 cartas dirigidas a Siles, desde 1969 a 1984, y son sólo una parte del corpus total de las muchas de ellas que se encuentran perdidas. Por ellas se puede reconstruir todo el grupo de jóvenes poetas que comienzan a publicar a mediados de la década de los 60 y que van a formar una red de amistades y complicidades juveniles, que Aleixandre propicia con entusiasmo, ya que ve en ellos la continuación natural de la pasión por la poesía que tanto él como sus amigos del 27 habían profesado.
Las cartas son sencillas, cariñosas, optimistas siempre, plagadas de información sobre el quehacer de los poetas que visitábamos a Aleixandre o le escribíamos desde los sitios más diversos. En ellas notamos las predilecciones del maestro, que nunca habla mal de ninguno, que respeta y oye con paciencia infinita. Sólo podemos entender como una suerte de desinterés suyo por los nombres de la época que no aparecen, que no le eran afectos, una palabra muy de él.
Se cumplen ya 30 años de la concesión del Nobel de Literatura a Aleixandre, un acontecimiento que alegró muchísimo a toda la comunidad de poetas en lengua castellana, y que significó un reconocimiento al poeta de la Generación del 27 que encarnó el exilio interior, con una dignidad y un coraje digno de un caballero del viejo régimen.
Hay algunas quejas de que se lo lee poco, de que no se reeditan sus libros, de que es un Nobel olvidado. Quizá las quejas sean exageradas, no es la poesía un género al que le sobren lectores, pero es verdad que hay datos preocupantes, como el abandono de su casa del Parque Metropolitano, tantas veces reclamada como un museo de la poesía y sobre la que se suceden promesas incumplidas de las autoridades. Salvar la casa de Aleixandre sería un acto de justicia que la poesía y sus lectores agradeceríamos. Siempre nos quedarán las cartas, las cartas del poeta.
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